domingo, 26 de octubre de 2014

108.10* MARIO CAAMAÑO MARIO Y EL REALISMO. C.C. NICOLÁS SALMERÓN, Mantuano, 51.Madrid



Este artista chileno, (Santiago de Chile, 1980, afincado en Madrid), en su intensa carrera como pintor, ha llegado, en su indagación de la naturaleza y esencia de la pintura, a la misma conclusión a la que llegó Piet Mondrian, cuando afirmaba que el arte debe ser, antes que nada,  una investigación de lo absoluto subyacente en toda realidad fenoménica.


De la abigarrada, por su variada temática, colección expuesta nos retienen especialmente la atención aquellos cuadros que presentan una acentuada originalidad y una carga heurística notable, evidenciando un alto nivel creativo de su autor y una tenacidad en la exploración nuevas formulaciones expresivas y estéticas.

Es evidente que el artista ha seguido un proceso paralelo, al que su prístina vocación le impele: el hiperrealismo, por el que construye interesantes cuadros que se concretan en forma de bodegones, interiores y paisajes.

Pero, por ese otro sendero paralelo, ha llegado a la concreción de una figuración icástica por su simplicidad, por el uso de recursos pictóricos limitados a muy pocos colores, por el énfasis en la experimentación con los mismos y por lo esquemático del dibujo, todo lo cual le lleva a realizar unas obras de alto contenido poético y mistérico, en las que cualquier elemento iconográfico está ausente.

Pues así como Albers, desde una posición  radicalmente abstracta, se aplicó al análisis sistemático de los colores, hasta encontrar unas incandescencias y plasticidades, que transforman al color en ilusión perceptiva. De igual forma, Caamaño, desde un posicionamiento absolutamente antagónico, basado en la figuración realista, consigue unos similares efectos en sus “Papeles”, logrando que concentremos nuestra atención, tanto en los lenes acentos figurativos con que se dibujan las líneas del papel doblado, como en los colores matizados por las inflexiones de la luz al incidir sobre los distintos escorzos que el papel presenta y por las sombras proyectadas.

Realizados al socaire del paradigma albersiano de “efecto máximo, con mínimos medios”, las formas quedan reducidas a las simples líneas que delimitan los planos, en que las distintas intensidades de la luz reflejada perfilan la polifacética superficie mimetizada en el lienzo.

Son obras convincentes, de un indudable interés artístico.

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