domingo, 25 de noviembre de 2018

189.11* GRUPO DE ARTE 6 . COLECTIVA . C. C. MONCLOA. Plaza de la Moncloa, 1. Madrid



Una de las características de esta muestra radica es la rica variedad de  estilos de las obras presentadas por los seis artistas que las exponen, unidos en un grupo, que no academia ni escuela, para insuflarse el ánimo que de esta unión y de una consciente asertividad, basada en su mutua pasión por el arte, dimana.

No todos son conquenses, pero han tomado a la ciudad de Cuenca como sede del desarrollo de su actividad artística, quizá porque dentro de sus muros y aupados sobre ambas hoces, se encuentran en un entorno,  no solo favorable, sino estimulador de su concepción del arte de la postmodernidad, que irradia prístinamente del Museo de Arte Abstracto Español, centro capital para ver, entender y gozar, de manera esencial y concentrada, qué es y qué significa la pintura abstracta, (Zöbel, Torner, Rueda y otros treinta y cinco artistas); el Centro de Arte Contemporáneo-Fundación Antonio Pérez, (Millares, Lucebert, Carmen Calvo,..); la Casa Zavala, sede de la Fundación Antonio Saura; el Espacio Torner y una amplia oferta artística que incluye la Catedral y su tesoro catedralicio y otros museos, que completan un repertorio cultural y artístico de amplia y alta gama.

Oferta intensamente apurada por ellos, como el sumiller cata el buen vino, de la que obtienen inspiración y conocimientos, incluidos los puramente técnicos, que son poderosos impulsos para su propia actividad heurística.

Iniciamos el relato de la muestra con el tarraconense Fernando Pellisa, al que se presenta en el catálogo, como “el patriarca de todos” y “pintor consolidado, con una paleta armónica de colores y un magnífico dibujo”, cuelga cuadros de regular tamaños, en los que un cierto aire solanesco de los personajes y sus gestos transmiten dramatismo y emoción, que el poeta J.Llop S. sintetiza en sus verso, cuando dice: “Retumba, rumba, rumba, la tormenta/ mientras Pellissa pinta/Rasga el rayo, ayo, ayo, las sombras,/quebradiza luz efímera/azufre, incienso y narciso.”

Entre cinco pintores está el escultor José Luis Martínez, que trabaja el hierro y la fragua, presenta una colección de estructuras abstractas de naturaleza fundamentalmente geométrica, en las que el elemento nuclear de la obra es el triángulo isósceles, de altura inferior a la base. Con estos triángulos, soldados en series continuas y disposiciones variadas, logra armazones con los que el escultor modela y moldea el espacio

En efecto, en ellos toman más importancia los huecos y la luz, que a través de ellos transcurre, que los propios componentes materiales de la escultura, pues siendo las esculturas piezas inmóviles, la circulación del observador a su alrededor las dota de una movilidad óptica sorprendente y tan sugestiva como pueda ser aquella que procede de la observación de una escultura de Calder o de cualquier obra del arte cinético.

Nicolás Fernández es conquense, dibujante que traza, con rasgos seguros, proteicas composiciones, en las que los sueños más agobiantes se materializan en entrópicos conjuntos de personas, animales y cosas, en los que, en un aparente caos, “ha creado su propio mundo onírico, sus personajes surrealistas, sus casas colgantes con patas de pulpo gigante, haciéndole un guiño al que las observa”, como dice Raúl Torres, hablando de sus dibujos a plumilla. Y como dice el catálogo en su presentación “Tiene potencia su obra, es expresiva, moderna, crea un ambiente de sorpresa y expectación y eso le hace único”.


Pablo Tapia, quiteño pero afincado en Cuenca, del que el escritor ecuatoriano, Guillermo Meza, ha escrito con gran acierto, glosando  su el arte, “que en Pablo Tapia surgen dos vertientes de la pintura relacionada con lo indígena: la primera, inicial en la andadura del pintor, cercana al costumbrismo, aunque sobrepasada por la captura psicológica; la posterior, que ahonda en lo que de trascendental tiene la simbología indígena”, haciendo la diégesis artística del pintor.

Es Pablo Tapia artista con notables recursos pictóricos, colorista, como todo pintor de las serranías andinas, e inmerso en el estilo étnico que la pintura tradicional que caracteriza al subcontinente hispano-americano. Es su obra fundamentalmente simbolista, con cierta paronomasia con los grandes muralistas sudamericanos y técnicamente muy bien realizada.

De José Javier Domínguez se escribe en su presentación que cada una de sus obras “lleva implícito un mensaje difícil de expresar con palabras. El idealismo, la soledad, el amor, la rebeldía social, la naturaleza y los contenidos psicológicos más íntimos del ser humano son vertidos en sus obras desgarradoramente, con la pasión de quién suele mirar hacia dentro para después compartir lo hallado en un lienzo, o en cualquier soporte capaz de albergar una nueva creación”.

J. J. Domínguez es esencialmente ceramista, arte que tiene como profesión, circunstancia que influye fuertemente en la manera de tratar la figura y el color en su obra pictórica. Sus cuadros entran dentro de lo que generalmente se describe como surrealismo, con figuras distorsionadas e imposibles en el mundo real, pero sin abandonar la representación naturalista de los objetos pintados.

Alfredo López Bodoque, conquense y viajero impenitente; colgado de la poesía y de la música,siente el color, las líneas y las formas y se define a sí mismo como un surrealista, “aunque un surrealismo en plena evolución y con unos lazos algo contemporáneos o no… Yo siempre digo que esta etapa es para fusionar”, eterno dilema y tentación del artista de la postmodernidad.


Su genio es transmitir, con su pintura,  poesía, armonía y emociones, lo que le lleva a plasmar sus sensaciones en cuadros expresionistas, con esenciales connotaciones abstractas, en los que lo real (o figurativo) y lo irreal (o el color y la forma) se fusionan en feliz concurrencia, determinando cuadros de gran personalidad y muy identificables, que presentan en su espacio plástico enigmáticos y mistéricos ambientes, que turban y, a la vez, inducen a una cierta emoción.








































188.10* JUAN CUÉLLAR . HEIMLICH . GALERÍA MY NAME’S LOLITA ART. Almadén,12. Madrid





La Galería My Name´s Lolita Art expone, en su inicio de temporada,  el último trabajo del pintor Juan Cuellar, (Valencia, 1967), en el que, fiel a su paradigma, representa el complicado mundo freudiano con su tono de humor característico y en su renovado estilo “pop” valenciano, del que es uno de sus herederos más insólitos, muy acusadamente del Equipo Realidad de Ballester y Cardells.

187.10* ROBERT PÉREZ . RETRATOS . C. C. NICOLÁS SALMERÓN. Mantuano, 51. Madrid




“Arte como estilo de vida” este es el lema de Robert Pérez Palou nacido, (1948), en Linyola, Lleida, España,- como a él le gusta expresarlo-, en el seno de una familia de payeses agricultores. Se le educó para ser también uno de ellos, a pesar de las muestras que daba de su talento artístico, ya desde temprana edad.

186.09* IAM FRIENDS. GALERIA KREISLER. Hermosilla, 8. Madrid





La Galería Kreisler presenta esta muestra que compendia “una interesante selección de obras de estudio de artistas, los cuales tienen, como denominador común, un reconocimiento internacional en el ámbito del arte público, tanto en forma de escultura, como de pintura mural”. Son “un grupo de creadores con estilos y discursos muy variados, una muestra que en su conjunto nos ofrece una particular e interesante visión de la actualidad artística de nuestros días”.

jueves, 22 de noviembre de 2018

185.08* PILAR SOLER RAFFO. RESTROSPECTIVA. ESTUDIO DE LA ARTISTA. Boadilla del Monte. Madrid





El artista y profesor Josef Albers afirmó que “el propósito general de todo arte es siempre el mismo: expresar y generar emociones”. Pues bien, este principio axiomático guía de manera intuitiva y esencial, el quehacer artístico de Pilar Soler Raffo: Andaluza.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

184.07* FRANCIACO MATEOS EXPOSICIÓN HOMENAJE GALERÍA DE ARTE ORFILA. Orfila, 3. Madrid.




El nombre de Francisco Mateos, (Sevilla, 1894. Madrid, 1976), figura destacada de nuestra modernidad artística, “es otro más de los que nutren la nómina de los olvidados en la España artística de las últimas décadas. Veintitrés años después de su muerte muy pocos son los que recuerdan su verbo suro y expresionista en la estirpe de Goya y Solana, su conocimiento de Permecke y Ensor y la asunción de los planteamientos de los miembros de “Der Blaue Reiter””, como señalaba Carlos García-Osuna, en febrero de 1999, con motivo del homenaje que la galería María Blanchard, le ofreció con la exposición de diez óleos, once acuarelas  y dos dibujos, fechados entre 1960 y 1968, “con escenas de un Madrid suburbial, áspero y desolado, con personajes circenses, solitarios, comparsas, que llevan un dolor letal en cada una de sus muecas”…”personajes, siempre alegres a pesar de sus deformidades, metiendo el escalpelo de la más ruda ironía en estos seres que definen y limitan con su presencia el espacio que ocupan en las composiciones, en un dibujo que acota lo esencial para que posteriormente sea iluminado por un color, en el que predomina la tragedia, aunque proyectada con un cierto sarcasmo”. Es la manifestación de su expresionismo de “raíz irónico-trágica”, conforme lo define Beatriz Alegre Carvajal en su micro-biografía del pintor,