lunes, 5 de enero de 2015

117.01** RICARDO GALÁN URRÉJOLA. ANSORENA GALERÍA DE ARTE. Alcalá, 52. Madrid




Inscribimos a  Ricardo Galán Urréjola, (San Fernando, Cádiz, 1957), en la escuela española del paisajismo urbano, en la que incluimos a artistas nacidos al arte entre  los años setenta y ochenta del pasado siglo, (posiblemente advertidos por el brillo que Antonio López ya emitía con sus representaciones mágicas del Madrid de la Gran Vía), en las obras de los cuales encontramos una evidente paronomasia formal.


Este artista destaca y se singulariza de entre los pintores de este conjunto de creadores, (José Miguel Palacio, Juan Fernández González, Alejandro Quincoces, Salvador Montó, Carlos Morago González, el acuarelista Julio Gómez Mena), que cultivan esta temática, la mayoría de ellos rendidos a la fascinación que Manhatan produce, atraídos por ese Nueva York, que es vórtice del arte desde que el expresionismo abstracto y el pop se impusieran.

Pues no en vano fue en Nueva York, allá por las entreguerras mundiales, donde aparecen por vez primera las alusiones plásticas directas a las modernas urbes, que en aquel país crecían aceleradamente, impulsadas por un desarrollo industrial imparable: con Stefan Hirsch, Charle Sheeler, Ralston Crawford  o Edward Bruce, como exponentes señalados . En Europa serán los futuristas, quienes con mayor vigor se afanen en recoger en los lienzos la trepidación de la vida de la ciudad moderna, en pinturas vibrantes y coloristas; aunque, hay que decirlo, ya en los 1870 los impresionistas Caillebotte y Monet, habían plasmado en el lienzo el paisaje urbano del Paris ochocentista.

Ricardo Galán Urréjola recoge en sus lienzos el tremolar del aire, el palpitar de la luz de cualquier hora, la excitación de los colores delimitando fachadas y pasarelas y de los rojos pilotos y brillantes faros del tránsito rodado, componiendo un tempo brioso y obstinado, que expresa una estética atrayente y generosa en contrastes.

Sus toques de luz, allí donde la composición lo necesita, en prefecta sincronía con la verosimilitud de la escena, es una de las características más destacables de la sintaxis pictórica de este artista, que compone sus cuadros con la luz.

Su pintura es luminosa y colorista, pero con la aplicación de colores contenidos, en gama de tonos que hacen que, sin embargo, de esta dialéctica agonal dimane de sus cuadros una cierta laxitud melancólica, que es un elemento característico más de su atractivo.

Estos efectos se revelan evidentes en sus naturalezas vivas de bosque y plantas y, quizás aun más en sus naturalezas muertas, (que él gusta llamar “still life”, usando la terminología inglesa), todas ellas ejecutadas con una enorme fluidez, con pinceladas sueltas y zonas indefinidas, que conviven y armonizan, con figuras identificables en un torbellino neo-expresionista.


Siempre, tenazmente, encontraremos el definitorio golpe de luz, que imanta a la mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario