miércoles, 16 de noviembre de 2011

021.11* ULPIANO CARRASCO. ÁNGELES PENCHE GALERÍA DE ARTE. Monte Esquinza, 11. Madrid



Nacido en Villanueva de la Jara, al sur de la provincia de Cuenca, (1961), este pintor representa la culminación, por el momento, de una línea de interpretación manchega del paisaje en la pintura española, que, partiendo de Benjamín Palencia, es continuada, entre otros, por el rodense Antonio Carrilero, rompiendo los cánones impuestos por el barroco Claudio de Lorena, para llegar a una representación subjetiva de lo que el artista ve, en la que los colores y aún las formas son sustituidas por una exégesis personal de la realidad observada, quedando inmersa en la que Lafuente Ferrari denominó “la veta brava de la pintura española”, según apreciación del también insigne Carlos Antonio Areán.

Como genuino artista actual sincretiza en su pintura distintos paradigmas, que las vanguardias y post-vanguardias investigaron e implantaron en el pasado siglo y han quedado, como arquetipos y pautas, para dotar a la pintura de la máxima expresividad, con la que el artista puede revelar sus íntimas percepciones y emociones.

Se encuentra en su pintura trazas del fovismo post-impresionista, de la neofiguración, y se hace materia la explosión cromática del expresionismo alemán, derivando a la pintura abstracta, patente primordialmente en  sus bodegones y en sus paisajes rurales más palpitantes.

En la paleta de Ulpiano Carrasco sobresalen los colores azules, rojos y los ocre-amarillos, -como lo eran en los pintores antes mencionados como precedentes de este paisajismo manchego-, en donde los contrastes son elementos objetivos de la composición plástica, así como un inteligente y sutil empleo de la perspectiva, que nos adentra en el cuadro hasta llevarnos a descubrir el horizonte en lo más alto. Su trazo, largo y seguro y su textura matérica dotan a sus paisajes y bodegones de una innegable voluptuosidad.

Sus cuadros son luminosos como lo son los colores de la luz refractada en toda su gama gracias al milagro de su paleta y de sus pinceles., manejados con una sensibilidad característica de este pintor.

Sus escenas de abigarradas muchedumbres son improntas de actos sin tiempo, en las que cada personaje desempeña su papel incluido en un dramatis personae,  representado en el espacio escénico que el artista construye, donde se superponen los planos, dentro una neofiguración postcubista.

La pintura de Ulpiano Carrasco, en fin, es vibrante, colorista, atractiva, contenedora de una poética personal y catalizadora de toda una corriente histórica de la pintura manchega española, de la que es un muy notorio representante.

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