jueves, 19 de abril de 2012

041.04* MARC JESÚS. “HAPPY HOUR”. GALERÍA KREISLER. Hermosilla, 8. Madrid.






Es una pintura que sorprende, tanto por el color dominante y obsesivo de su paleta, (el azul en sus diversas gamas), como por su estructuración formal, que nos remite al cartel y a la ilustración gráfica, en cuyos campos  maestros de la pintura alcanzaron altas cotas de perfección artística y belleza: Recordemos sin más, como singulares ejemplos, a Tolouse Lautrec y sus carteles mostrando a la Goulue del Moulin Rouge y a nuestro, más reciente y nunca suficientemente valorado, Rafael de Penagos, que también usó con cierta preferencia el color azul en sus composiciones.


De alguna manera, este proemio nos pone sobre la pista de las características pictóricas del balear Marc Jesús, (Menorca, 1966), que, como todo artista actual, inmerso en este mundo multicultural y de la información, está inevitable y conscientemente sometido a poderosas influencias, en las que afirma su personalidad, dentro de un eclecticismo estudiado, lo que permite al observador identificar la autoría de sus cuadros de forma inequívoca,

En la obra de este artista, (acrílico sobre lienzo), se observan, amén de las raíces ya comentadas, un cierto entronque con los principios y prácticas, que el Equipo Crónica introdujo en España, como una derivada ibérica del pop anglo-norteamericano.

De otra parte, su colección titulada “Happy Hour” nos remite,  por vía de la palabra “feliz”, a la “Belle Epoque”, los felices años veinte, en cuyo espacio artístico encontramos concomitancias entre la pintura de Marc Jesús y el “Art Deco” y el “Art Noveau” que lo engendra.

Y es que en los detalles compositivos de Marc Jesús se encuentran efluvios del barroquismo sensitivo y curvilíneo, propio de aquellos estilos, a su vez prototípicos de una figuración sensual, que elevó el cuerpo de la mujer y su euritmia a la categoría de lo perfecto, o cuando menos de lo no superado. (¡Aquellas criselefentinas de Chiparus…!).

Sus mujeres, más allá de las de Penagos, pero más acá de las de Botero, son todo un símbolo y aún un paradigma de la sensualidad femenina, con apuntes sutiles pero directos al erotismo, que hacen retener la vista sobre el cuadro e introducirnos en un mundo imaginario, hecho realidad por la virtud del artista.

Hay una total identidad en los rostros de sus mujeres, que son distinguibles, como son los de las gemelas o mellizas. Cada mujer crea su mundo y este su mundo nos trae distintos aromas, sensaciones y sentimientos.

Porque se hace evidente que Marc Jesús ama a la Mujer, así con mayúscula: Ama a su “soma” y a su “psiché”, a su cuerpo y a su sique, por ello prescinde de las particularidades identificativas que las individualizan. Toda mujer, cualquier mujer, es la Mujer. No obstante, si  aparecen agrupadas, la magia del artista hace que veamos a cada una con su singularidad, que la identifica.

En todo caso, sus mujeres y sus circunstancias nos transportan a momentos de nuestra vida, en que nosotros mismo hemos gozado de los pequeños o de los grandes placeres: La pintura de este artista está impregnada de poesía, epicúrea si se quiere, pero poesía al fin.

 Es el universo de Marc Jesús, un ámbito ideal en donde habita el hedonismo. Es el ambiente propicio para disfrutar de la “happy hour” a que nos convida y nos remite al soñado mundo balear, voluptuoso y sensitivo, en donde se incubó la moda ad-lib de la improvisación y la naturalidad desaforada; en donde habitó, y permanece, el espíritu hippy.

Su pintura, con sus “divertidas mujeres”, es sin duda sólida, alegre, placentera y también refrescante.





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