jueves, 19 de abril de 2012

039.04** CATALINA OBRADOR. PLUMA Y TINTA. GALERÍA RPH. Orellana, 18. Madrid.






Catalina Obrador, (Santanyi, Mallorca, 1977), es figura prototípica del actual artista postmoderno, cuyo venero de creación encuentra en el eclecticismo su fundamental veta de ideas, constituyendo sus obras compendios de una hibridación de tesis y expresiones desarrolladas  en las primeras y segundas vanguardias del pasado siglo.

Carecen habitualmente, sin embargo, del sustrato doctrinal o filosófico del que partían aquellos artistas, cuyos postulados y axiomas quedaban reflejados en sus creaciones, inconformistas y alejadas del canon vigente.

Es normal, por el contrario, que una parte de los actuales artistas postmodernos, hagan arte por el arte, de manera genuina; otros incluyen en sus obras textos literarios, integrados en sus composiciones, con los que pretenden explicar, lo que la mímesis explicitada en la pintura, no alcanza por su propia virtud.


La londinense escritora, periodista, editora y comisaria de exposiciones, (curator, en inglés), Francesca Gavin ha seleccionado a Catalina Obrador, para su publicación “100 New Artists”, (editada por Lawrence King en el 2011), como una de las jóvenes artistas influyentes en las corrientes del arte contemporáneo.

En esta publicación Catalina Obrador se somete a una batería de preguntas a las que responde, constituyendo su discurso una etopeya explícita de su hacer creativo.

La artista declara, en primer lugar, que su pintura es básicamente narrativa, en la que mezcla fantasía con realidad con pretensiones formativas, (common instruction): “Trato de decir cosas más allá de lo que veo”, posicionamiento esencial de cualquier artista que como tal se precie.

Continúa su discurso con estas declaraciones. “En ocasiones el texto es necesario para contrastarlo con la imagen. Utilizo frases fuerza para mezclar con las imágenes y encontrar un nuevo punto de vista”, procedimiento que introdujeron los dadaístas desde Hausmann y Baargeld a Höch, Grosz y Max Ernst con el empleo exhaustivo del collage, en plena fiebre dada, antes de que el surrealismo deglutiese a esta corriente del pensamiento ético y estético.

Esta línea dadaísta-surrealista está presente  en la propia presentación de las obras en las salas de la Galería RPH , que “mutatis mutandis” exhala claros aromas del aspecto que presentaba la galería del doctor Burchard de Berlin, durante la Primera Feria Internacional Dada, en Junio de 1920,

Obrador dice: “la mayoría de las imágenes religiosas en mi trabajo vienen de la cábala o la alquimia, la vida o la muerte, el fuego o el agua, el sexo o el pecado, la tormenta o la paz. Todos ellos están en constante revisión. Los símbolos que uso vienen de las antiguas culturas mediterráneas- Judíos, Egipcios, Fenicios”. Y ahora viene lo más significativo: “Esta mezcla tradicional es como una fórmula de locos. Cuando comienzo un trabajo nunca se como va a terminar”. Formulación estrictamente troncal del pensamiento dadaísta-surrealista, en el que la escritura ý la pintura enajenada, no meditada, ni planeada, eran los paradigmas, (que se demostraron imposibles), del quehacer artístico.

Después de unas frases concordantes con  tópicos sobre el sexo y las mujeres, dentro del ámbito de lo políticamente correcto, termina con una bella y femenina declaración: “El paraíso perdido es mostrado como una idea romántica en mi trabajo”.

Debe observarse como la teoría simbólica que, según sus palabras, introduce en sus trabajos, está presentada como la polaridad antagónica del ideograma taoísta del  ying y del yang y como encuentro con ancestrales culturas, que perviven en su memoria atávica.

Simbolismo y teoría que, por otra parte, encontramos en artistas precedentes: Por poner un ejemplo del empleo de este lenguaje simbólico explicito en la organización formal de sus obras, podemos señalar a Antoni Tapies,  pintor también mediterráneo y del que hemos hablado aquí no hace mucho.

Cuando se desciende al detalle de los dibujos de Catalina Obrador sobre papel, hechos con tinta, lápiz, aguada y color, -poco-, se descubren ingrávidas figuras de claro corte chagalliano, y un generalizo mimetismo con la pintura y el dibujo infantil y naif. ¿Es una consciente y buscada manera de expresión formal? O, por el contrario, ¿es el resultado de unas limitadas posibilidades artísticas? No podemos darnos respuesta, si bien es cierto que, dentro de lo rudimentario y del primitivismo de su dibujo, en algunos pequeños trabajos se descubre un cierto encanto y poesía.

No nos es difícil colegir que la obra de esta artista pueda llegar a estar altamente valorada por sectores muy minoritarios del mundo del arte, incluidos críticos y comisarios, pero igualmente vemos difícil que esta valoración se alcance dentro del gran público amante del arte.

En todo caso, he creído conveniente traerlo esta página de arte,  por si con ello se estimula alguna reflexión y  se aquieta alguna desazón.







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