Este
artista de la fotografía y “free-lance” colaborador de publicaciones y revistas
especializadas, abandonó su carrera de piloto comercial, para dedicarse con exclusividad
a este arte, que siempre fue su pasión irrefrenable.
Kino
Costa, (Madrid, 1974), fotografía la realidad física que le impresiona, después
de considerar sus diversas posibilidades plásticas, como cuadro acabado.
En
un proceso de poiesis artística, pasa a someter a las imágenes así captadas a
manipulaciones intencionadas, a fin de distorsionarlas e introducir los efectos
visuales deseados y, de esta forma, reinterpretar la realidad captada por el
objetivo.
Deconstruye
las imágenes y las reconstruye para lograr una descontextualización espacio-
temporal, que dota a sus imágenes de una propia sustantividad objetiva, que las
alejan de los modelos reales fotografiados, haciendo partícipe al observador de
la ataraxia visual que de ellas dimanan.
Las
fotografías, presentadas sobre soportes de distintos materiales, que
sobrepasan, en alguna de sus aristas, los cien centímetros, causan un impacto
visual extraordinario, por la solemnidad que se desprende de los objetos
representados.
Colores
matizados, donde los verdes y los azules toman tonos claros y fríos, que
enfrían, asimismo, a los rojos y sienas que componen su panoplia cromática.
La
luz, que ilumina las escenas, es una luz potente, pero difusa, como la que
ilumina en los días, en que una alta calima impide al Sol incidir diáfano y
directo sobre la piel de la tierra. Son esos días sin sombras.
Todo
ello dota a las fotografías de un halo de irrealidad subjetiva y de una poesía
inmanente, que psíquica y estéticamente complacen al ser observadas.
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