El
artista y profesor Josef Albers afirmó que “el propósito general de todo arte
es siempre el mismo: expresar y generar emociones”. Pues bien, este principio
axiomático guía de manera intuitiva y esencial, el quehacer artístico de Pilar
Soler Raffo: Andaluza.
Añádase
a ello que, para Pilar Soler, es un principio inalienable, consustancial con su
naturaleza de artista, el que enunció el pintor romántico, Caspar David Friedrich, cuando
dijo que “el artista no solo tiene que pintar lo que ve delante de sí, sino
también lo que ve dentro de sí, Si no ve dentro de si nada, debe dejar también
de pintar lo que ve delante de sí”. Es por tanto su pintura trasunto de este
posicionamiento metodológico en presencia de cualquier imagen que la naturaleza
ponga ante sus ojos, siempre escrutadores de la idea que en ella subyace.
Hay un tercer elemento, asimismo sustancial en
la actividad artística de esta pintora, que ella hace explícito, considerando
que “la pintura es un acto solitario de
co-creación con el espíritu”, concordante con el que Kandinsky reveló en su
primer libro “Sobre el espíritu en las artes”, en el que concibe al arte como
manifestación del espíritu y, también concordante con el de Kasimir Edschmid cuando
señala que el “expresionista no ve, contempla. Consecuentemente es un espíritu
creativo, no reproductivo, que conforma la imagen del mundo a su voluntad. La
realidad es, ante todo, una creación de sus visiones”. Y eso es lo que persigue
Pilar Soler cuando pinta.
Estos tres factores constituyen la sustancia de su alma expresionista y de su
propio estilo. Por ello su obra transita
por el camino de lo inacabado, de la expresión de la subjetividad, al acecho de
la sorpresa, pero dando tan solo cabida
a la casualidad, mucho más acá del pensamiento de un Jackson Pollock avanzado,
maestro de la serendipia elevada a método.
El
lenguaje cromático, desarrollado en sus obras, definido por colores y veladuras,
siguen el paradigma fovista, asignando a cada objeto, aquel color que la
artista considera que expresa, con mayor rigor, el construido por su
imaginario, y éste dentro del ideal de la obra, como un total armonioso y
contrastado, normalmente sin previa concepción holística de la composición,
dando a la espontaneidad un papel preponderante.
El
color en su obra manda y se impone y algunos se resisten a ser materializados
en su paleta, (dice la artista: quizá “porque no deben pertenecer a la banda de
colores de mi espíritu”). Y a medida que
progresa en la construcción del cuadro, los colores imponen sus propias normas,
a las que la pintora se va acomodando.
Pilar
Soler Raffo, es una artista de alma inquieta y enamorado de su arte. En cada
uno de sus cuadros, palpita una parte vital de su existencia, por lo que en
ellos laten, con la fuerza que dimana de su pasión por la pintura, las
emociones, sentimientos, y aun el estado anímico coyunturales, de ahí su
variabilidad en el tiempo. De ahí lo poliédrico y versátil de su pintura.
Cuadros
con una pintura ingenuista de paisajes, bosque y veleros conviven con cuadros
con imágenes delusorias un tanto arcanas y mistéricas, como salidas
directamente de su espíritu tántrico y con esos cuadros que, sin dibujo, son compuestos
con colores potentes y vibrantes que descubren formas conocidas, que
frecuentemente emergen de la profundidad del lienzo. No importan tanto la
composición, como la capacidad de hacer vibrar el espíritu del que los
contempla.
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