jueves, 26 de julio de 2018

181.05* OSCAR F.VEGA . TROO . ESTUDIO CARLOS MOLTÓ. Pº. de la Castellana, 70. Madrid






Oscar F. Vega, (1957), filósofo y psicólogo, autodidacta en el arte de la pintura, proviene del mundo del audiovisual. Productor y director de cine y televisión, aparece ahora con su pintura “para sorpresa, quizá también de si mismo”, como alguien señala con cierto sentido del humor, acorde con el signo diacrítico de la exposición, cual es la ironía.


La exposición que se presenta bajo el título identificativo de TROO, (acrónimo de The Red One: One), es singular e innovadora, en la medida en la que, en este universo de la post modernidad artística, innovar se presenta como tarea casi imposible, cuando menos altamente dificultosa, pero alcanzable en grados más o menos satisfactorios, con empeño e inteligencia.

Sin embargo, paradójicamente, Oscar F. Vega, al concebir y desarrollar su proyecto, acude a dos principios postulados, allá por los años treinta del pasado siglos, por el maestro de la Bauhaus y del Black Mountain College, Josef Albers.

En efecto, Oscar decide simplificar su paleta reduciéndola a solo tres colores, cuales son el blanco, representativo de la luz, el negro, equivalente a la obscuridad y el rojo representativo  del total sistema cromático, siguiendo, quizá de forma no consciente, el precepto enunciado por Albers de “lograr los máximos efectos con los menores medios”.

El segundo precepto albersiano enuncia que “el propósito general de todo arte es siempre el mismo: expresar y generar emociones”, y como Oscar explica en la entrevista que, el periodista británico, especializado en arte, Paul E. Davies, le hizo, (en relación a la obra y estructura de esta muestra), la simplificación tonal de su paleta se debe a que él va “buscando la fuerza expresiva de esta combinación (blanco, negro y rojo), que te arroja directamente al mundo de las emociones”. La concomitancia de ideas e ideales de ambos artistas es más que evidente.

De otra parte, he aquí otra paradoja, la presencia de figuras de esqueletos humanos, acompañando a figuras de personas y también en osteógenos desfiles, son las características más expresivas del humor y de la ironía de que están imbuidas las pinturas presentadas.


Una parte de la exposición se realiza bajo el concepto de “Galería Noir”, en la que un conjunto de obras se exhiben en espacios totalmente oscuros, como cajas negras. En estos espacios los lienzos se iluminan con luz recortada, de forma tal que el efecto final es que las pinturas parecen flotar en la nada, suponiendo una singular experiencia estética, de fuerte impacto sensitivo.

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