viernes, 5 de agosto de 2011

011.08* ESCULTURA ES CULTURA. DIVERSAS EXPOSICIONES


Nos detendremos a meditar un instante sobre esta particular área de las artes plásticas, denominación que se ajusta a la naturaleza de la escultura  más exactamente que a la de las otras  disciplinas de las bellas artes.

En comparación con la pintura, la materialidad de la escultura le da una superior sensualidad, que el espectador aprehende más directamente, toda vez que la tridimensionalidad hace participar en su contemplación al menos a dos sentidos: La vista y el tacto. Y en ocasiones también al oído, cuando la escultura se concibe para que el viento discurra a través de ella, o el agua se integre en sus estructuras, produciendo algún tipo de sonido.

De otra parte, en la escultura intervienen los cuatro elementos fundamentales de la naturaleza: La tierra, el aire, le fuego y el agua, con los que el artista de todos los tiempos ha jugado de manera constante:

El material con el que se construye el volumen  de la escultura de la tierra proviene. Este volumen esculpido debe poder ser contemplado desde cualquier punto de observación. En comparación con la pintura, esta fisicidad le da una superioridad sensitiva, que el espectador aprehende siguiendo una ruta de toma de informaciones sensoriales más inmediata, rica y potente.

Es el aire el espacio en el que se perciben y recortan las formas y perfiles de los volúmenes esculpidos, fundidos, tallados, o modelados, e igualmente los espacios que el escultor descubre para poner de manifiesto los volúmenes interiores, y proporcionar así a su obra de especial euritmia, que la doten de emociones singulares.

La luz, sinónimo de fuego, es un elemento fundamental en la concepción y realización de una escultura y que el artista tiene como primordial desde el primer momento en que pergeña el dibujo de su obra. La luz toma tal importancia que cualquier cambio, tanto en su intensidad, como en el ángulo de incidencia, puede alterar sustancialmente la concepción formal de la obra.

La articulación de superficies es un dilema formal, que ha de resolverse en el diálogo que establecen las formas con la luz, en un entramado de brillos y sombras connatural a su configuración.

Por último, el agua que puede jugar un papel esencial en una escultura, ya sea como parte integrante de la misma, (v. g. Fontana de Trevi), o como espejo en la que se refleja.