viernes, 23 de septiembre de 2011

012.09* ANTONIO LÓPEZ. ANTOLÓGICA. MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA


Han tenido que pasar veinte años, para poder reunir y presentar una nueva muestra retrospectiva de este singular artista figurativo, representante genuino del Realismo pictórico, que junto a la Nueva Figuración, constituyeron las corrientes pictóricas de mediados del siglo pasado, que reaccionaron a la canonización del arte abstracto, como el más exacto encarnación del arte moderno o contemporáneo. Por tanto, supone una oportunidad excepcional, para conocer o reconocer y poder estudiar, analizar y gozar la obra de este artista, de lento proceso creativo y escasa producción, que responde a su inconformista espíritu perfeccionista, que le lleva a demorar la terminación de una obra incluso por años.

De manera precipitada, con frecuencia se le encuadra en el híper-realismo. Si embargo no coincidimos con esta apreciación y ello por dos razones: Una, si se comparan sus cuadros con los de hiperrealistas tales como los norteamericanos Charles Bell, Chuck Close, Richard Estes, formalmente “fotográficos”, se verá que Antonio López no está en ese paradigma. Y dos, cuando se analizan sus cuadros, sobre todo los paisajes sean urbanos o no, la multiplicidad de puntos de fuga que se pueden encontrar en  sus perspectivas, demuestran que lo visto por sus ojos ha sido plasmado desde la introspección del propio ánimo; dicho en otras palabras, el pintor no pinta exactamente lo que ve, sino lo que siente, o lo que ve le hace sentir. Por algo a su realismo se le ha adjetivado de mágico. No se dejen engañar porque algunos de los detalles situados en primerísimo plano, estén trabajados con minuciosidad y detalle. No es eso, desde luego, lo más importante de su pintura. Párense, por ejemplo, a ver el cuadro “Nevera Nueva”, con reminiscencias  “pop”, ¿inacabado? y pleno de rastros visibles del encaje formal del dibujo.

Analicen y disfruten de sus “Ventanas” y reflejos. Gocen con los retratos de “Carmencita” y de  “María” y, sobre todo, de la colosal obra “Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas”, (1990-2006), y de los “bocetos” que le acompañan en la sala, pintados desde distintas alturas para valorar las perspectivas así obtenidas. El cuadro atrae con un innegable magnetismo, que impele al observador a introducirse en el espacio creado por el pintor. Asombroso.

Entreténgase en saborear los distintos trabajos y estudios del membrillero, como sujeto de la  atención artística del pintor, cuyo proceso pictórico fue motivo de un film de Víctor de Erice, titulado “El Sol del membrillo”. Emociónense al contemplar sus impresionantes estructuras geométricas fragmentadas e irregulares, de las que emanan subliminalmente sutiles aromas voluptuosos del clasicismo.

Vean sus esculturas, sobre todo sus afamadas “Hombre y Mujer”, si bien, confesamos, que la frialdad hierática, que dimana de su excesivo perfeccionismo formal, las aleja de nuestra concepción de lo que debe ser y expresar la escultura figurativa.

La segunda parte está constituida por pinturas y dibujos de sus primeros tiempos, en los cuales la figura humana ocupaba un lugar preeminente en su atención. En estas salas se exponen unos poco conocidos bajorrelieves de “Mujer durmiendo” de gran interés tanto por su valoración estética, como por su versatilidad material.

No hay comentarios:

Publicar un comentario