viernes, 21 de enero de 2011

004.1* LÓPEZ HERRERA. Galería de Arte Kreisler. Madrid


Precedido de una larga y fecunda carrera como pintor, que comenzó en 1972 con veintiséis años de edad, presenta López Herrera en Kreisler una magnífica “Colección 2010” de óleos de distintas dimensiones, constituida por sus obras más recientes.

Aunque este artista es largamente conocido en los medios de las artes plásticas, no me resisto ha transcribir una breve biografía, con especial hincapié en los aspectos artísticos de la misma, pues siempre conviene refrescar algunos datos, que interesan al aficionado.

Nace en Madrid. Se inició en el arte de la pintura en la Escuela de Artes y Oficios y en el Círculo de Bellas Artes de la Capital, entre cuyas paredes, -de ambas instituciones-, iniciaron sus carreras tantos artistas.

 Muy joven, y por méritos de su maestría, obtiene distintas Becas, que le permiten ampliar estudios en Roma, Florencia y Venecia y, posteriormente, en Londres. Su actividad como copista en el Museo del Prado, -en donde estudia la obra de los grandes maestros clásicos, así como de los flamencos-, le permite manifestar: “mi pintura parte del respeto a los clásicos”. El artista se basa, pues, en la tradición, trayendo al presente los grandes logros de aquellos maestros, en cuanto a la concepción de lo que debe ser un cuadro.

Tiene el Premio “Reina Sofía” del Salón de Otoño de Madrid, el cotizado “BMW”, el “Valdepeñas”, el premio “Hispano Luso de Pintura”, y un lago etcétera. Su obra, por otra parte, está presente en colecciones de los cinco continentes y en distintos museos de España, Japón y Puerto Rico.

En la presente colección que comentamos, López Herrera sigue depurando su línea pictórica de ese realismo, que ha sido llamado mágico, o titulado onírico con vestigios surrealistas, y que es melancólico, porque sus figuras, sus paisajes, sus edificios,…, aunque trascendidos de un latente humor, despiertan en el observador un cierto sentimiento de nostalgia, añoranza y languidez, ya sea por los tonos grises de sus colores, ya sea por los vacíos, -o quizá silencios-, con que están compuestos sus cuadros, como tramoyas de la función teatral que López Herrera quiere representar en cada uno de ellos.

En todos,  buscando un profundo sentido estético, como auténtico artista de las Bellas Artes que es y maestro de la pintura. Y a fe que lo consigue.

El empleo de los recursos geométricos: De las rectas trazadas a escuadra y cartabón, las curvas a compás, que dan a sus construcciones unas perfectas perspectivas, -como con ellos lo lograran los maestros flamencos-, y dotan a sus cuadros de una profundidad y hondura, que obligan al observador a poner la mirada en ellos, y de inmediato, a fijar su atención, adentrándose entonces en el mundo fantástico, que el artista traslada a la tabla de forma magistral.

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