sábado, 11 de junio de 2011

009.06* ¿QUÉ HACE ESTO AQUÍ? - ARTE CONTEMPORANEO DE LA FUNDACIÓN MARÍA JOSÉ JOVE EN EL MUSEO LÁZARO GALDIANO


En estos bonitos días de primavera, les proponemos que se acerquen al “Parque Florido”, la magnífica finca de la calle Serrano, en su confluencia con María de Molina, en la que se encuentra enclavado el noble edificio de tres pisos, mandado construir, como su vivienda, por el financiero e intelectual José Lázaro Galdiano, en los inicios del pasado siglo, en un estilo neo-renacentista con elementos inspirados en las obras de Ventura Rodríguez.

Y lo recomendamos, tanto a los que no lo conocen, como a los que ya lo han visitado y gozado de la inestimable colección de trece mil obras de arte, que este mecenas recopiló en el transcurso de su vida y que van desde el Siglo VI a.C. hasta las postrimerías del Siglo XX.: Escultura, pintura, porcelana, cerámica, armas, numismática, marfiles, textiles, etc., procedentes de diversas partes del mundo.

A estos amantes del arte, en toda la extensión del concepto, les animamos a que de nuevo recorran sus salas, porque al tiempo de  que gozan de sus instalaciones, (re-acondicionas entre el 2001 y el 2004, en que volvió a abrir sus puertas al público), podrán descubrir piezas que en las ocasiones anteriores, -como seguramente suponen-, les pudieron pasar inadvertidas, dado que esta inmensidad de obras de arte requieren de muchísimas horas para llegar a verlas y estudiarlas siquiera sea livianamente.

Pero además, ahora se incorpora el valor añadido, que supone una ocasión excepcional, -seguramente irrepetible durante muchos lustros-, de poder contemplar treinta y dos obras de arte moderno y contemporáneo, que van desde Regoyos y  Fortuny, con obras fechadas en los años finales del mil ochocientos, al arte más actual materializado en un cuadro de Baselitz  firmado en el 2009, siguiendo el camino que marcó el Museo del Prado, al exponer en sus salas a nuestro inmortal Picasso.



Así, tanto a los neófitos, como a los conspicuos de la visita a este Museo Lázaro Galdiano, entendemos les puede interesar dedicarle un tiempo y ver, además de las colecciones propias del museo, las mejores piezas de la colección de arte moderno y contemporáneo de artistas totalmente consagrados, que mantiene la Fundación  María José Jove; recopilación de obras, que inició, apenas hace quince años, el coleccionista español Manuel Jove Capellán.

Y, como advertencia, para disipar dudas y disolver posiciones apriorísticas de rechazo, señalamos que, entre las treinta y dos obras expuestas, no hay ninguna que responda a las corrientes negadoras de la obra de arte, como concepto y realidad material, tales cuales son el nuevo realismo u objetualismo, el minimalísmo o el conceptualismo, también llamado con intencionalidad interesada y equívoca, arte conceptual, que, en nuestro criterio, nunca deberían ser incorporadas a museos en donde su finalidad es la contemplación de las bellas artes, toda vez que ellos niegan le existencia de este concepto.

Es decir, van a poder contemplar, estudiar y gozar obras de las bellas artes, en el completo y exacto sentido del concepto y van a poder, no solo comparar lo que va del clasicismo al arte postmoderno y el camino recorrido por los artistas y el arte, desde que el impresionismo, en pintura, se introduce en España, sigue por la senda del cubismo, de la abstracción y del expresionismo, del surrealismo, de la pintura matérica, hasta el eclecticismo más radical de los artistas plásticos contemporáneos, sino también reflexionar sobe el por qué de este camino y qué ha ganado o perdido el Arte en este secular recorrido, quedando al criterio del aficionado la valoración del resultado intelectual de la visita, haciendo uso del juicio del gusto, que Inmanuel Kant analizó en su Crítica del Juicio.

La exposición ¿QUÉ HACE ESTO AQUÍ? Intenta sobrepasar  una simple narración, en que las obras de arte dialoguen, pues ha sido intención de sus organizadores, que la misma provoque en el visitante una diversidad de experiencias plásticas, visuales e intelectuales, toda vez que, v. g. , contemplar juntos a Picasso y a Zurbarán,, además de una experiencia meramente sensorial, es una invitación a la reflexión sobre el concepto de estética, su evolución, así como la evolución del Arte y sus planteamientos plásticos y conceptuales, influidos por los acontecimientos históricos, sociológicos y filosóficos que han sido y sucedido durante los siglos que median entre ambas obras.

El propio título de la exposición, hace pensar que sus organizadores presuponen que el ciudadano medio ha de quedar, prima facie, un tanto perplejo al ver como unos “intrusos”, evidentemente extemporáneos con el ambiente histórico en que se fundamenta el Museo Lázaro Galdiano, han irrumpido en sus salas y paredes en un totum revolutum. De hecho, en nuestra visita personal, esta frase la oímos repetir en más de una ocasión.

Vencido el primer escrúpulo o desasosiego, habremos de convenir, que la ocasión debe ser aprovechada, para enriquecimiento de nuestro propio acervo cultural y artístico. Vamos pues a aprovecharlo.

Y sin más dilación entremos en lo que es esta exposición, que se inicia encontrando frente a nosotros una talla de grandes proporciones del escultor y pintor pontevedrés Francisco Leiro (1957), titulada “Pigmalión”. De este mismo autor encontraremos, al final de la visita, otra obra titulada “Retén”, de similar material y factura. Ambas obras, tanto por su grandiosidad, como por su personal realización son de una indudable belleza y expresividad, cuya contemplación no deja indiferente. A su alrededor imágenes religiosas, madonas o retratos de clásica y hermosa factura.

En la sala contigua el contraste es aún más impactante, ya que junto a preciosa tabla del siglo XV, del Maestro de los Nimbos Pintados, representando la Crucifixión de Cristo, se ha colgado un cuadro, de mucho menor tamaño, muy representativo de la etapa matérica y de la arpillera de Manolo Millares, pintada en 1964, denominado “Personaje”, pero que evidencia la intencionalidad del autor de representar a un crucificado. Nos encontramos a un genuino Saura, titulado “Crucifixión”, junto a una impresionante escultura en mármol blanco de “Jesús atado a la columna”, de Angelo Naccherino del siglo XVI. Es evidente que estos contrastes hacen pensar al observador.

Tras un panel, en la misma sala encontramos obra gráfica, entre otros, de Dalí, Millares, Barceló y Chillida, junto a una escultura-instalación del cofundador del Equipo Crónica, Manolo Valdés, que representa una alacena repleta de vasijas, todo hecho en madera, labrada más bien rústicamente. Obra laboriosa, singular y llamativa.

En la otra sala de la misma planta, dedicada por el Museo al arte y la iconografía españoles, se han colgado sendos cuadros de Picasso, de la etapa cubista y de la etapa surrealista, titulados “Bodegón, (1922), y “Modelo en el taller”, (1960), ambos motivos reiteradamente empleados por el pintor malagueño. De Miró se ha colgado una característica tela, que vienen a completar la intencionalidad de la sala.

Pasando al primer piso, en la sala dedicada a los Primitivos Españoles, que son retablos creados por los gremios, donde se emplearon, en un trabajo preciosista de la materia, técnicas de pastillaje, estofado y corla para conseguir las diferentes texturas pretendidas, se cuelgan, junto a ellos, dos pintores actuales, que han trabajado, desde su óptica, las texturas matéricas: Miguel Barceló, con un cuadro abstracto, que pudiera ser un boceto de su techo de la Sala XX, del edificio de Naciones Unidas, en Ginebra., y el más llamativo  “ Torso del Cristo Crucificado”, de Tapies, que aporta su parte de dramatismo al conjunto de la sala, que en la contigua Sala de Música, presenta un Tríptico, post-suprematista, en la línea de Rothko o Kline y que recuerda a los ácromos de los primeros tiempos de Piero Manzoni.

En la sala dedicada a La Mujer y su representación, irrumpe la “Dama Vertical”, de Antonio Saura, en negros, grises y blancos, que, junto al Tríptico de Tapies, pueden pasar inadvertidos. En otra sala, dedicada a la Pintura Religiosa en el Siglo de Oro, encontraremos una Virgen Madre de Salvador Dalí, que no es precisamente “La Madona de Port Lligat”, ya que es una pieza pobre en su factura pictórica, que se apaga, aunque no desentona, entre las obras del Greco, Murillo, Zurbarán y Ribera, a pesar de que no sean estas las más representativas de la altísima calidad de estos pintores.

En otra sala, una escultura de una “velazqueña” enana mirándose a un espejo, del fallecido prematuramente escultor  Juan Muñoz, que, como casi todas sus obras, se asemeja a grandes muñecos de trapo.

En el salón de baile, alrededor del cual se articulan las distintas habitaciones, disputando espacio a una obra de Zacarías González Velázquez, “Su hermana tocando el piano”, aparece una obra del Wassily Kandinsky, denominada “Rampant”, abstracta con alto poder sinestésico.

En la sala destinada a Goya y sus contemporáneos, se ha instalado la escultura de Louise Bourgeois, denominada “Avenzza Revisited”, enorme obra en bronce de los años sesenta del pasado siglo. Obra que merece ser analizada con cierto detalle, para observar todos los matices que de la misma emanan.

Un cuadro característico de Georg Baselitz, el neo-expresionista alemán, que ha tomado fama pintando personajes boca abajo, como es el caso, “Dix”, realizado con pinceladas gruesas y agresivas, nos recuerdan necesariamente al español Saura, y está inspirado en el capricho de Goya, titulado “Hasta la muerte”. La posibilidad de contemplar la obra de Baselitz, junto al grabado original de Goya, resulta una gran experiencia.

Para concluir la visita a la primera planta vamos al encuentro de una obra de Darío Regoyos, de la España negra, titulada “Visita de Pésame”, (1898), que se integra perfectamente en el ambiente general del Museo y de la sala, ya que se encuentra rodeada de obras de artistas coetáneos. Con esta obra se entroncan ambas colecciones: El final de la de Lázaro Galdiano con el principio de la de Manuel Jove.

En la segunda planta, en la sala dedicada a Italia, se puede reflexionar sobre la representación del espacio y el estudio de la luz, a través del “San Jerónimo”, de Pietro Giovanni Novelli, siglo XVII, y del “Viejo tomando el sol”, (1871), del ecléctico pre-impresionista Mariano Fortuny, que se encuentra como en su casa, ya que los techos de esta mansión fueron encargados por Lázaro Galdiano, a un pintor coetáneo con él, con Regoyos y con Nonell, como fue Ignacio Lucas Villamil.

En la sala dedicada a la pintura flamenca, irrumpe el Equipo Crónica con “Escena Bucólica”, (1970), de explícita referencia a los cuadros costumbristas del flamenco-holandés Pieter Brueghel. Por su parte, los bodegones de Óscar Domínguez, “La menace”, (1943) y “Naturaleza Viva”, ( 1943), de Maruja Mallo, con su manera surrealista de entender las cosas, se emparejan con los maestros de la pintura del “vanitas vanitatis, omnia vanitas”, los holandeses del siglo XVII, en contraste evidente, que nos hace meditar. Por último, Isidro Nonell, compañero de estudio de Picasso, en París, y fundador de “Els Quatre Gats”, con su cuadro “Dona”, (1910), “convive” pacíficamente con esta escuela holandesa. No así, Fernand Leger, con su “Une femme tennant un pot de fleurs”, (1952), que “agrede” a los ingleses del siglo XVIII, en el que dibujo y colores planos y primarios van disociados, en una factura cubista.
Queda subir al tercer piso, y en los anaqueles dedicados al arte del tejido, encontrar dos pequeñas esculturas de bronce, representando sendas arañas tejiendo una tela. Viejo motivo que toma su origen en el mito de Aracne, que inspiró a Velázquez su inmortal “Las Hilanderas”. En este caso, como en la gigantesca  araña de bronce, que está situada junto al Guggenheim de Bilbao, denominado “Maman”, parece ser que Louise Bourgeois satisfizo una de sus obsesiones referida a su madre y a su oficio de reparadora de tejidos y por extensión referida al mundo femenino.

Una vez terminada la visita al edificio principal hay que pasar al edificio anejo “España Moderna”, sede del proyecto editorial de José Lázaro y hoy lugar donde se presentan diversas actividades artísticas, como música, teatro, conferencias y, también, lugar de la espléndida biblioteca de la Fundación. Allí se han colocado tres obras singulares del arte más actual: La ya referenciada obra de Francisco Leiro, “Retén”; la escultura-instalación de Cristina Iglesias, “Habitación Vegetal”, que es como un biombo de seis o siete cuerpos, en los que se han grabado, a modo de bajorrelieves, tallos de plantas que ascienden verticales, entrecruzando su hojas, pintado todo de un único color verde más o menos esmeralda, que cierra el acceso a otra habitación, constituyendo como un corto pasillo sinuoso sin salida. Eso es todo, que no nos parece mucho, más allá de lo que de decorativo pueda tener, si se emplea como tal biombo.

Por último, nos encontramos, en la sala de los Lucas, la instalación del pintor y escultor de moda Anselm Kiefer, titulada “Am Grunde del Moldau/ Drei Kaiser”, que está compuesta por un cuadro de unos 3 x 1,5 metros, que representa de manera convincente un mar embravecido y, a sus pies, una escultura de un pequeño submarino de unos 3,5 metros de largo, muy deteriorado, flanqueado por tres bolas de piedra, que pueden representar minas navales. Al respecto de esta obra  hay quién ha dicho que  la misma plantea una feroz crítica a la guerra.

Ustedes mismos podrán juzgarlo.

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