lunes, 16 de enero de 2012

029.01* MARINO MARINI. ESCULTOR Y PINTOR. C.C.CONDE DUQUE. Conde Duque, 11. Madrid



A una gran mayoría de quienes han pasado los sesenta o son impenitentes melómanos de la música ligera de todos los tiempos, el nombre de Marino Marini y su “Spingule frangese”, (junto a los de Renato Carosone, con su “Maruzzela” y de Domenico Modugno y su “Piove”), queda ligado a la canción ligera de origen italiano y adscripción napolitana de la mitad del pasado siglo.

Pero nuestro Marino Marini, (Pistoia, 1901 – Milán, 1980), igualmente toscano como el célebre cantautor y coetáneo con él, es un artista de las bellas artes, más conocido como escultor, que como pintor.


 Si bien Marini no puede ser considerado  un revolucionario de la escultura, como pueden serlo su compatriota  Giacometti, el inglés H.Moore o los españoles Julio López y Margallo, (a los que conoció y trató en vida), su personalísima interpretación de la figura, marca sin duda un hito en la historia de la escultura del siglo XX, de tal manera que, en palabras de  Marisa Oropesa, Comisaria de la exposición, “sin él la escultura del siglo actual se vería de otra manera”.

Como señala la brevísima guía de la exposición, esta muestra antológica, (75 piezas entre esculturas, pinturas y dibujos), es la primera que se presenta en Madrid; lo cual es esencialmente cierto, si bien hay que señalar que en los años cincuenta se dio a conocer su obra en España, a través de una exposición del arte italiano de aquellos tiempos, celebrada en Madrid.

 El descubrimiento de este artista y su personal forma de interpretar la figura en la escultura, produjo un enorme impacto en los jóvenes artistas que por entonces salían formados de la Escuela de San Fernando, tanto por sus formas desnudas y simplificadas, como por su poder expresivo y la sensibilidad que de sus obras emanaba, lejana y cercana, sin embargo, a los paradigmas clasicistas, que imperaban en la enseñanza académica.

Y es que la escultura de Marino Marini es una simbiosis del clasicismo del arte etrusco y las enseñanzas que sus contactos con las vanguardias parisinas le aportan y que él, sin adscribirse a grupo o tendencia alguna, reinterpreta según sus convicciones y sentimientos personales.

Marini es un figurativo, -no, ni mucho menos, el último figurativo de Occidente, como exageradamente se ha predicado de su personalidad artística-, que desnuda a la figura de cualquier atributo o aditamento ornamental y prescindible; simplificación que llega hasta la representación de los rostros por simples rasgos faciales, marcados por hendiduras muy toscamente modeladas de forma voluntaria, porque lo que pretende es que sea la totalidad de la escultura, la que exprese aquellas tensiones y emociones que pretende plasmar en el bronce.

Esta simplificación, le lleva a no retocar los barros modelados, de forma que posteriormente, después de su fundido, aparezcan en las superficies las rugosidades e imperfecciones, como si la obra estuviese aún inacabada, lo que da a sus esculturas, (la mayoría de un tamaño más bien pequeño), una vibración que atrae y obliga a una contemplación serena y reposada, pues se intuye o se adivina una intencionalidad, que reclama ser aflorada por el que las observa.

Así, sus desnudos y Pomonas, (divinidades que simbolizan la fertilidad de la tierra), y, sobre todo, sus caballeros y caballos, son muestra de cuanto antecede, llegándose al extremo de representar a los animales mutilados de todas sus patas.

El propio Marini, que vive al compás de sus efervescentes tiempos y, a pesar de que reivindica sus raíces diciendo “yo no me inspiro en los etruscos, soy un etrusco”, se autodefine, allá por los cincuenta, como un escultor expresionista, que llega a tomar formas post-cubistas en sus obras denominadas “Milagros”, entre las que sobresale “El Gran Caballero”, de tamaño cuasi monumental.

A pesar de esta aproximación a lo abstracto, y simultáneamente, Marini realiza  unos retratos en bronce, que son cabezas de distintos personajes y amigos, (década de los sesenta); así encontramos, entre otros,la de  Chagall, de  Arp y la de su mujer Marina, figura fundamental en la carrera del artista. Son magníficos y fidedignos retratos de los personajes, en los que se sintetiza cuanto llevamos dicho hasta esta línea.

En cuanto a su pintura, que es figurativa, claramente expresionista, en la que el color toma primordial valor, muestran el vigor consustancial a este artista. Dibujos de personal trazado firme, seguro y limpio; algunos de ellos, si no son bocetos, sí son expresión plástica en dos dimensiones de lo que luego serán sus bronces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario