lunes, 16 de enero de 2012

030.01** SOLEDAD SEVILLA. ESCRITO EN LOS CUERPOS CELESTES. PALACIO DE CRISTAL. Parque del Retiro. Madrid.



Soledad Sevilla, inició su carrera artística a finales de los años sesenta, participando en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid., junto a Elena Asins, Eugenio Sempere, Yturralde y otros artistas,  programadores informáticos, ingenieros y arquitectos, en el Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas, mediante la programación de algoritmos, su resolución por ordenador y su plasmación gráfica a través de impresoras. Desde entonces a aquí, no hace falta señalarlo, la evolución de estos sistemas, tanto de software, como de hardware, ha dejado obsoleto los resultados obtenidos en aquel seminario.


Desde su origen, las pinturas geométricas y seriadas de Soledad Sevilla se diferencian de la de otros artistas, que investigan en este campo, por combinar “el orden geométrico y el rigor analítico de las formas y líneas con un trazo manual, que imprime en los cuadros leves imprecisiones a modo de gestos casi imperceptibles y que tienden a personalizar o humanizar la seriación”, como se expresa en el tríptico que presenta la exposición.

En los años ochenta hace una pintura de más alta intensidad cromática, en la que combina la reducción formal y la riqueza sensorial. Quizá por eso  se le otorga en 1993 el “Premio Nacional de Artes Plásticas”.

A partir de ahí, Soledad Sevilla se interesa por la tridimensionalidad y pasa a crear “instalaciones”, que han ido tomando monumentalidad, a medida que los promotores institucionales han ido desviando fondos públicos hacia estas efímeras obras.

La instalación “Escrito en los cuerpos celestas” es uno de sus proyectos de mayor envergadura, (por tanto, de presupuesto), debido a las enormes dimensiones de la estructura metálica, recubierta de paneles traslucidos de un intenso azul oscuro, moteados de signos de puntuación, que ha requerido para su diseño, construcción y montaje la contratación de varios equipos de técnicos y de especialista.

Esta estructura, (véase la foto adjunta), que reproduce a menor escala y de forma muy simplificada la magnificencia del edificio del “Palacio de Cristal”, ( invernadero que se levantó en 1887, con ocasión de la Exposición de las Islas Filipinas, para proteger de los rigores del clima madrileño a las delicadas plantas tropicales traídas para tal evento), está situada en su interior, pero sin ocupar la totalidad del edificio.

El objetivo conceptual, que la instalación pretende, según se explica en el tríptico, consiste en que veamos entre otras cosas, como: “Los cristales abren al cielo y en su interior encierran nuestro universo mental: el lenguaje, o más que eso, un universo de signos que dotan a la escritura con la vida y el sonido del habla. Los signos de puntuación actúan como una constelación de herramientas sonoras y sirven para introducir la expresión del lenguaje: la admiración, la pregunta, los silencios y las pausas de los puntos y las comas (que son también aliento y respirar), los paréntesis son hablar en voz baja o en un aparte, los acentos imprimen volumen y música a las palabras, los asteriscos y los guiones dirigen y sitúan los pensamientos colaterales…”

 “El Palacio de Cristal se convierte en este caso en un observatorio astronómico mental para un universo interior. La instalación se resuelve así en una paradoja poética y espacial, entre interior y exterior, entre ver y percibir, entre hablar y escribir”. Fin de la cita.

El redactor de tan loables propósitos atribuidos a los signos de puntuación inscritos en la instalación, ha debido dejarse parte ellos prendidos en sus paneles azul marino, por lo que escasean en los párrafos transcritos. Sin embargo, y a pesar de lo escrito, la obra no pasa de ser una estructura metálica, similar a las muchas que se han diseñado para galpones, barracones, porches, etc., recubierta de un material plástico translúcido de un azul obscuro, moteado de puntos, comas, paréntesis,... y demás signos de puntuación, en blanco.

Todo lo demás es una pretensión de inducir al visitante y observador a que haga una interpretación de lo que ve de una forma dirigista, sin más fundamento que la interpretación que el "curator" o comisario quiere que los demás hagan de ello, basado en teorías que van contra toda lógica y discernimiento. Cabe, una vez más, hacerse la pregunta: Quién es aquí el artista ¿El creador de la idea o el comisario y teórico que la define y explica?

Como es habitual en esta manifestaciones conceptuales, la acción no va más allá de un intento de someter al expectador a una experiencia psico-social, alejada del arte, pero que como tal se esfuerzan por hacerlo pasar.
Abundando de ello, podemos asegurar que durante el cuarto de hora que estuvimos bajo tal estructura, en una soleada tarde madrileña de estas pasadas Navidades, las varias docenas de personas solas o en grupos,  parejas  o  matrimonios con hijos más o menos grandes o pequeños, que entraros en el Palacio de Cristal no se interesaron en lo más mínimo por tal estructura y menos por su significado, y solo de vez en cuando alguien preguntaba qué era aquel “stand” o “escenario”; si iba a haber alguna representación teatral o musical; etc… Es más, cuando nos acercamos a la mesa de información para recoger el tríptico, la funcionaria, que estaba al cargo del ínfimo mostrador, nos miró con cierta sorpresa, mientras el guarda de seguridad, en los momentos en que la concurrencia alborotaba más de la cuenta, mientras tomaba fotos del edificio y del estanque exterior, se desgañitaba en decir: ¡Oigan, que esto es arte!

Lo cual debía ser cierto, porque el Palacio de Cristal está cedido al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Si no van con la intención de ver lo que los organizadores quieren que vean, vayan a verlo libres de prejuicios. Ya nos dirán.

Cuando las fuentes se han secado, es inutil intentar sacar agua.

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