Esta artista guipuzcoana, nacida en la Bella Easo, pero madrileña por vida y convicción, de larga carrera, que inició en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, licenciándose en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, -de la que fue profesora-, expone nuevamente, de forma individual, en la sala de exposiciones de la casa y hogar de los cántabros instalados en la Villa y Corte.
Es ésta una amplia muestra de su producción de los dos últimos años, -compuesta por cuadros de mediano y pequeño formato, acrílicos sobre tabla-, en la que se compendia y sintetiza la instintiva y domada solercia de la autora, que ha encauzado su obra por el camino de un post-fovismo trascendido por su propio genio, que encuentra sus raíces en el primer Derain y el más violento Vlaminck, desde sus iniciales tierras y paisajes, hasta sus últimos mares y amaneceres, que presenta en esta exposición.

Otro tanto puede decirse en relación con su serie de las “Flores”, donde las formas y los colores estallan también con violencia ante los ojos del que las contempla, inundando asimismo de luz a los sentidos.
Como en las “Olas”, la artista prescinde en estas obras de cualquier referencia espacial y desecha cualquier vestigio de perspectiva, sin embargo las imágenes son percibidas con el volumen, que el observador imagina y siente, tal cual los trampantojos inducen al engaño del que los contemplan.
Se llega a seis, más bien pequeños, cuadros que recogen el “Amanecer en Cullera”, en distintos días de cualquier verano. Aquí los calientes colores fieras y salvajes, nos asaltan y nos atrapan, hasta adentrarnos en el disco de fuego que, naciendo del mar, tinta de colores contra-natura a la mar que lo refleja, en cuadros de un expresionismo total.
Aquí y allá, cuadros de más bien pequeño formato, formando paneles de cuatro o seis tablas, recogen, en un total estilo abstracto, las impresiones que las ondulaciones en líneas sucesivas y horizontales del movimiento perpetuo del mar, causan al que las contempla. Para comprenderlos hay que mirarlos desde un cierto alejamiento físico y fijeza en el mirar.
Mar y Flores comparten el alma de la artista María José Redondo, cuyas sensaciones expresa con rotundidad y soltura en sus cuadros.
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