Expone
de nuevo en esta sala la pintora madrileña Torre Cañeque, de larga carrera y
cuajada trayectoria artística, que inició en el prestigioso y añorado casón de
la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en las cercanías de la Puerta del
Sol capitalina, en donde se graduó, completando su formación en el París del viejo
Jeu de Pomme y del Quartier Latin.
Ya,
en la propia Escuela de San Fernando, se hace merecedora de los primeros galardones
como pintora, que se repiten en su historial profesional y se amplían con
distintos primeros premios en certámenes del más alto prestigio; todos ellos
logrados merced a su concienzuda y vital entrega a su auténtica pasión: la
pintura, con exposiciones en España, Portugal, Francia, Latinoamérica, Estados
Unidos y Japón
Torre
Cañeque es artista figurativa de amplio espectro. Poliédrica en sus
motivaciones, que la llevan a pintar desde un paisaje castellano o marino a un
retrato o un desnudo, desde una locomotora, como monstruo telúrico arrojando fumaradas
ígneas al relajante instante de unos niñitos en la playa bañados por el sol y la
tenue espuma; siempre alejada de cánones y corsés academicistas. Interpretando
desde su alma esencialmente impresionista lo que sus ojos ven. Por eso en sus
cuadros predomina la luz y consiguientemente el color en toda su escala y gamas.
Todos en sus centros llevan un rayo del sol., en torno al cual se compone el
cuadro.
Sus
cuadros, (sobre lienzo o sobre tabla, al óleo o al acrílico), están compuestos
y dibujados por el color, porque desde su dominio del dibujo no precisa
bosquejar las formas, que pinta directamente según se expresan sus pinceles.
Ha
dicho el poeta de su pintura: “El sol de Castilla está en el color/ con que das
la forma al aire. Emociones/ apresadas en breñas y extensiones/ de sabina y de
quejigo. El clamor/ de la luz preso en el lienzo, el fervor/ en tu paleta.
Fluyen tus pasiones/ redimiendo lo real de sus prisiones/, encarnando en el
cuadro el esplendor/ de la verdad que está bajo su piel”.
No
queda mucho más que decir, pues en estos breves versos están recogidas la
esencia y la certidumbre de la pintura de Torre Cañeque, vocacional artista
plástica: Formas hechas de luz y de color, bien definidas y distinguibles, pero
aureoladas por el tenue “esfumato” de la pintura impresionista.
Realismo
que recoge aquello que no se ve y en lo que está la génesis de la emoción y del
ensueño.
Presenta
además una magnífica colección de dibujos, grabados en distintas técnicas y
unos espléndidos pasteles de los rostros de distintas personalidades del arte y
de la literatura. Toda esta colección muestra su capacidad para esta fundamental disciplina del dibujo, que debería
dominar, como ella lo hace, cualquiera que quiera ostentar con verdad la
reputación de artista plástico, como Torre Cañeque lo es.
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