sábado, 9 de junio de 2012

047.06* FEDERICO BELTRÁN MASSÉS. COSMOPOLITA DE LA BELLE ÈPOQUE. REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO





Pintor fecundo, de muy personales y fuertes características, pero hoy bastante olvidado por muy diversas causas, entre las que seguramente no están ausentes aquellas que exhalan ciertos tufos de origen ideológico.

Bien es cierto que, una gran parte de su obra, está constituida por retratos que al presente descansan entre las pertenencias de los herederos de sus originales propietarios y el resto, mayoritariamente realizada fuera de España, ha estado, hasta hace poco, en manos de una sola familia.

Beltrán Massés, (nacido en Güaira de Melena, Cuba, en 1885 y fallecido en Barcelona –Hotel Ritz-, en 1949) fue un prototipo del burgués, (casado con una rica cubana, que le sobrevivió veinticinco años), que asimiló los principios epicúreos y hedonistas de la Belle Èpoque y de los Felices Veinte, y desarrolló su arte por muy distintos países.


Se desenvolvió entre la aristocracia de sangre, europea e hindú, (retrató, por encargo, al rey Alfonso XIII, con el que mantuvo una cierta amistad; al británico Jorge VI; a los reyes de Italia y de Grecia, al Sha de Persia, a los Maharajás de Kapurtala y de Indore, a princesas, duquesas, marquesas y condesas, al vizconde Alain de Léché, y a un largo etc.); entre la aristocracia del dinero y del poder norteamericana, (pintó a magnates tales como Hears, -que inspiró “Ciudadano Kane”-, Peugeot, Rothschild, Forbes, entre otros); y la emergente clase  del “star system” hollywoodiense, (Rodolfo Valentino,-que le invitó y acogió en su mansión-, Joan Crawford, Douglas Fairbanks Jr., etc.).

Pintó también a las artistas españolas de más éxito del momento, como Antonia Mercé “La Argentina” o Tórtola Valencia, cuyo magnífico retrato se expone en esta muestra, constituyendo un paradigma del personal genio del pintor, dentro de un simbolismo depurado, en el que se encuentran los característicos elementos formales, de lo que luego pasa a codificarse como pintura modernista, en donde se descubren incipientes rasgos del art déco, que Beltrán Massés empleará magistralmente en la obra que produce en la década de los treinta, con figuras estilizadas, bien dibujadas y definidas, con un arrebatador tratamiento sensual de las formas femeninas, -que en ocasiones se adentran en algo más que un esbozo de un delicado erotismo-, dando, a los modelos masculinos, la refinada apariencia propia del dandy.

Uno de los cuadros más representativo de esta etapa de madurez, es el titulado “Femme au chapeau vert”, arquetipo de su definido modernismo, que se encuentra entre los fondos permanentes del Museo Art Nouveau y Art Déco- Casa Lis, en Salamanca, procedente de la donación hecha por el coleccionista y mecenas Manuel Ramos Andrade, entre cuyo acervo se encuentra la inefable colección de criselefantinas de Chiparus.

Aunque su pintura es un claro exponente de lo que ha venido a llamarse en España Modernismo, (Art Nouveau y Modern Style, fuera de nuestras fronteras), este artista desarrolló una vida independiente de los cenáculos y tertulias donde se elaboraban las teorías y se trababan las complicidades, que aportaban los fundamentos a estas tendencias estilísticas, tanto en Barcelona, como en Paris, a donde pasa a residir desde el año 1916, una vez que su obra es rechazada, por escandalosa, por los círculos oficiales de la pintura clasicista, entones canónica en España.

Como él, fuera del grupo barcelonés “Els Quatre Gats”, que se formó alrededor de Casas y Rusiñol, por donde pasaron casi todos los modernistas españoles, (incluidos tanto Miguel Utrillo, asimilado en la práctica a los pintores franceses, como Picasso, durante su etapa azul), se encuentran nombres tan reseñables como Ricard Canals, José María Sert, H.Anglada Camarasa o el canario Nestor (Martín-Fernández de la Torre), representativos del movimiento modernista español. En su época sobrepasó a todos ellos en prestigio y oportunidades. Hoy, como hemos dicho, es una figura, si no olvidada, si preterida. Sin embrago, Beltrán Massés no desmerece, si se cotejan sus obras con las de artistas del renombre internacional, como Max Klinger(como pintor), Felix Valloton, Franz von Stuck y aún  el destacable Gustav Klimt

En Beltrán Massés, se puede comprobar el camino que recorrió todo pintor postromántico, que no habiendo tomado el camino prerrafaelita, (haciendo la salvedad del difícil deslinde entre ambas tendencias), se adentra , desde una originaria pintura naturalista postromántica (en su caso fuertemente influenciado por su primer y temprano maestro Sorolla), por el mundo del simbolismo, con espíritu “moderno”, sumido en un “misticismo” seglar o pagano, donde habitan lo oculto y lo misterioso, que se plasma en cuadros que encierran un intencionado enigma, para que la sensibilidad del atento observador le haga vivir la obra como una visión interior. Preludio de lo que de forma casi coetánea pretenden los abstractos, como culminación del proceso indagatorio, en el que se busca dar a la forma y al color, a la parte matérica de la obra, la total plenitud de su potencial de expresividad de la idea y del sentimiento del artista, sin necesidad de mímesis delusoria.

En lo formal, la pintura de Beltrán Massés responde a los cánones medios del simbolismo: colores grises, donde abunda los tonos azules;  los verdes y rojos están matizados con veladuras azules, que compactan la composición cromática, dentro del característico “horror vacui” del estilo y de su realismo característico, en el que el dibujo tiene un valor preeminente

Cabe reseñar un cuadro de gran tamaño,  titulado “Procesión de Viernes Santo en Turégano”, de 1914, que de no verlo firmado por él, bien podría confundirse con un lienzo del costumbrismo aldeano y rural de Gutiérrez Solana. ¿Tuvieron por entonces las mismas fuentes de inspiración, posiblemente goyesca? ¿Se conocieron y frecuentaron? Nada de eso dice la historiografía del artista que hemos visitado.

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