La
pintura de Anoro fascina, muy fundamentalmente, por su color, por su torrente
de color y, desde luego, por su luz, que es su contracara: la luz brilla sólo
en donde hay color y, por ello, brilla
en las obras de este artista
Y
esa luz, y esos colores fauves, netos y vibrantes explosionan en cada uno de
sus cuadros, con la intensidad mediterránea, que solamente sabe captar aquel que
ha nacido y crecido en las orillas del Mare Nostrum y planta su caballete, ya
sea en las tierras de las Baleares, ya
sea en las de la Costa Brava, cuando no en las de Marruecos o del Caribe. Pues
Anoro viaja y los frutos de estos viajes son sus pinturas.. “Necesitaba contar,
en mis cuadros, mis viajes…”, dice el artista reincidentemente, “contar…las
sandías, las mujeres desnudas y los bares de La Habana…, el resplandor de los
paisajes de Menorca, la belleza de Gerona”.
Anoro,
(Manuel Anoro, Barcelona, 1945), prolífico pintor, que llegó a la pintura después
de haber ejercido como ingeniero, economista e informático, tiene en su haber, desde
el año 1984, dos o tres exposiciones por año en todas las partes del mundo
desde Menorca a Nueva York, de Barcelona a San Francisco, desde Olot a Tokio,
de Madrid a Hong Kong, desde Andorra a Méjico DF., de Gerona a Bruselas, etc.,
etc., y presenta un muy personal y reconocible estilo, per-seguido y
con-seguido en un pertinaz y trabajoso camino agonal, iniciado con gran fe y no
menos esperanza, ambas acrecentadas por los resultados de su trabajo.
Conserva
el artista la memoria visual de su niñez, y como tal indestructible, pues en el
taller de modista de su madre transcurrieron los primeros años entre montones
de telas y retales multicolores: “En mi casa, -recuerda-, se hablaba
constantemente de colores…, las conversaciones sobre colores y tonos eran una
constante que viajaba alegre y solemne entre el taller, el probador y el cuerpo
sinuoso de las clientes de mi madre”. ¡Ah, los cuerpos sinuosos de las mujeres!
¡Cómo han de jugar en su obra!
Obviamente
estas impresiones de la niñez y adolescencia del artistas, siendo las mentes
tributarias de lo visible, habrían de influir decisoriamente en el estilo
pictórico de Anoro, que busca plasmar la belleza que encuentra allá donde sus
viajes se la deparan.
Anoro
es un neo-expresionista, sensualista, en el que encontramos clara paronomasia
estilística con Matisse, Rouault, Max Pechstein e incluso Ludwing Kirchner,
pero con un definido y muy reconocible estilo propio, que tenazmente ha
perseguido, hasta alcanzar “descubrir y consolidar tu propia manera. Tu honesto
espacio: Yo pinto así”, como confiesa en el catálogo de esta exposición.
Cuadros
completos, que se expresan en un lenguaje compositivo de gran entropía, en
ocasiones, casi fronterizos con en el caos, que encuentran su armonía en una
experta e inteligente combinatoria cromática y de contrastes, que dotan a sus
obras de una gran fuerza expresiva y de una magnética sinapsis visual entre el
cuadro y el espectador, con lo que Anoro consigue, “repartir al menos las emociones. Al menos la
ilusión”, como él desea.
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