“El arte es una gran mentira que nos
acerca a la verdad”, dijo el malagueño Picasso. “De todas las mentiras, el arte
es la más bella”, replica, insistiendo en el núcleo del aserto, Pablo Aizoiala,
(Durango, 1954), pintor de esta postmodernidad, que así reivindica certeramente
la categoría de lo bello, como esencia teleológica de lo artístico.
Este posicionamiento intelectual tiene
un claro reflejo en su obra pictórica, de resultado atractivamente bella,
Paul Gauguin es uno de los puntos de
inflexión, que la historiografía del arte de la pintura nos presenta, en los
revolucionarios tiempos, que marcan la segunda mitad del diecinueve. Puerta del
fauvismo, que a su vez abre el amplio camino hacia el expresionismo, como una
de las últimas aportaciones a esa revolución del arte.
Husmeando en su estela encontraremos a
un David Hockney y a sus colores fieras, aplicados a la naturaleza y su
personal y muy influyente forma de interpretar el paisaje, sobre todo en esta
su etapa madura.
Por estos territorios expresivos y compositivos percibimos va el caminar
estilístico de Aizoiala, que busca, en la soledad de su estudio, la manera más
expresiva y conveniente a su personal idiosincrasia, de interpretar la realidad,
con un lenguaje personal y propio que le deslinda del común, dotando a su obra
de un reconocible carácter,
Colores netos y puros, buscando
contrastes armónicos, iluminados por una luz difusa, que no produce sombras, -si
bien en algunos cuadros éstas juegan un papel compositivo importante-.
En sus paisajes, lo tendido de los
campos y horizontes, acuartelados por la contundente verticalidad de los
troncos de los árboles, que delimitan el espacio plástico, caracterizan los
cuadros, que el saber de Azoiala, tras el sueño del paisaje vivido, le permite
plasmar en sus lienzos, con un sabio empleo de pigmentos y pinceles
“El arte es una gran mentira que nos
acerca a la verdad”, dijo el malagueño Picasso. “De todas las mentiras, el arte
es la más bella”, replica, insistiendo en el núcleo del aserto, Pablo Aizoiala,
(Durango, 1954), pintor de esta postmodernidad, que así reivindica certeramente
la categoría de lo bello, como esencia teleológica de lo artístico.
Este posicionamiento intelectual tiene
un claro reflejo en su obra pictórica, de resultado atractivamente bella,
Paul Gauguin es uno de los puntos de
inflexión, que la historiografía del arte de la pintura nos presenta, en los
revolucionarios tiempos, que marcan la segunda mitad del diecinueve. Puerta del
fauvismo, que a su vez abre el amplio camino hacia el expresionismo, como una
de las últimas aportaciones a esa revolución del arte.
Husmeando en su estela encontraremos a
un David Hockney y a sus colores fieras, aplicados a la naturaleza y su
personal y muy influyente forma de interpretar el paisaje, sobre todo en esta
su etapa madura.
Por estos territorios expresivos y compositivos percibimos va el caminar
estilístico de Aizoiala, que busca, en la soledad de su estudio, la manera más
expresiva y conveniente a su personal idiosincrasia, de interpretar la realidad,
con un lenguaje personal y propio que le deslinda del común, dotando a su obra
de un reconocible carácter,
Colores netos y puros, buscando
contrastes armónicos, iluminados por una luz difusa, que no produce sombras, -si
bien en algunos cuadros éstas juegan un papel compositivo importante-.
En sus paisajes, lo tendido de los
campos y horizontes, acuartelados por la contundente verticalidad de los
troncos de los árboles, que delimitan el espacio plástico, caracterizan los
cuadros, que el saber de Azoiala, tras el sueño del paisaje vivido, le permite
plasmar en sus lienzos, con un sabio empleo de pigmentos y pinceles
No hay comentarios:
Publicar un comentario