El escultor coreano Byeonghee Bae,
(Corea del Sur, 1982), estudió Bellas Artes en la Universidad Nacional de Chonbuk,
(Corea del Sur), y, posteriormente, en la Universidad de Artes y Ciencias
Sociales de Alanus, (Alemania), en donde, de acuerdo con las palabras del
director de la Seoshin Gallery, el artista “dedicó largos y arduos periodos de
tiempo estudiando como unir la idea del Este y la expresión del Oeste”,
Como consecuencia de este trabajo
investigador y de asimilación, su obra está desarrollada dentro de un
sincretismo estilístico, que concede a sus formas unas características singulares
y muy personales, dotándolas de una identidad muy reconocible.
Sin duda alguna, de esta idea
simbiótica, -de fusión deberíamos decir ahora- surge la actual escultura de
este artista, si bien se puede encontrar su étimo estilístico occidental en
Giacometti y el oriental en los Dol-Hareubang
y los Haneyobang de la Isla de Jeju y del palacio de Gyeongbokgunng, en cuanto
a la concepción estructural de sus figuras, en las que cabeza, tronco y extremidades
inferiores forman un solo bloque.
Pero más allá de esta
caracterización formal de la obra, las esculturas de este artista son de
difícil codificación dentro de aquellos parámetros taxonómicos que tienen
vigencia y son generalmente aceptados.
Sus “ciudadanos por encima del
edificio” o aquellos que llevan una “casa globo” de cara al resto de los
conciudadanos carecen, sin excepción, del hemisferio superior de sus cabezas y
no tienen, por otra parte expresión facial alguna, pues están tallados en
madera, sin nariz, ni boca, ni oídos., muy al contrario de los dol-hareubang,
que tienen rostros muy expresivos sean de alegría u horror.
Sin embargo las tallas de este
artista no se puede decir que carezcan de elocuencia y viveza, pues todas ellas
están realizando unos actos estándar, de aquellos que diariamente el magma
ciudadano repite ad nausean, cumpliendo con el ritual de las normas sociales que
la ciudad impone: pasear a la mascota, hablar por el móvil, correr con el
maletín colgando de la mano acosado por las prisas, levantar el brazo para llamar
al taxi, etc.
Estos personajes vivamente
coloreados, que repiten actos ritualizados, no dejan de ser sino metáforas
sinópticas de una sociedad de ciudadanos sin rostro que se comunican, tan solo,
a través de medios electrónicos, interpretando cada uno su particular roll, aireando
su ego y sus ilusiones como si de un globo se tratara, … Componiendo en
conjunto un mundo colorista y “feliz” tal y como Aldous Husley lo definió.
Colección que despierta el
interés del observador, no solo por su estética muy particular, sino también
por la poética que se desprende de cada una de las obras y, hay que decirlo,
del conjunto de todas ellas.
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