Juan Salvago, que se licenció en
Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, en 1987, crea imágenes que se originan y tienen existencia
en su sola imaginación surrealista. En ella está residenciado un enorme
potencial heurístico, nutrido por un imaginario exuberante de mundos, lugares y
paisajes, que solamente él posee y que solo él puede hacer fluir al exterior y
mostrarlos en sus cuadros, para el deleite, la sorpresa y la fascinación de quienes los contemplan.
Sus cuadros representan utopías,
como mínimas babeles, que el artista reconoce como “no lugares imaginarios” a
pesar de nacer en el fecundo e ilimitable universo de su imaginación. Mas cabe
preguntarse, si no son lugares imaginados, peo tampoco son reales ¿Qué son
entonces? Interrogante que nos introduce en el mundo misterioso y mágico de sus
cuadros con sus distintas narrativas
Y es que la estética de sus obras
induce a aceptar calladamente la semántica mistérica desarrollada en sus cuadros
y que provoca, en el espectador, un estado de inquietud similar al que es causado
por la presencia de lo desconocido.
Ciudadelas alrededor de las
cuales se hacinan caseríos que trepan
colgados al abismo, que son como fortalezas
construidas sobre islas mínimas, cuyos bordes son los cimientos de las
construcciones y a la vez muelles de imposibles puertos a los que arriban,
además de las olas -de muy variada factura técnica-, barcas que quedan allí amarradas
y hasta hidroaviones, que han amarado a su resguardo, todo en un fantástico y
dadaísta “totum revolutum”.
Líricas luces que no proyectan sombras;
colores grises en amplia gama y de múltiples texturas, que dan a los cuadros
una gran y variada valoración cromática plena de melarquía; sabias veladuras
que inducen nieblas lenes o espesas según exige la armonía de la composición,
de forma tal que todos estos elementos completan unos mundos y paisajes
delusorios y melancólicos, que se hacen, a la vez, acogedores, pues se
vislumbra en el interior de las casas donde se resguardan los invisibles
pobladores, un calor de hogar, que si no existe, la fantástica irrealidad de lo
que no es, hace considerar imprescindible que así sea.
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