martes, 13 de noviembre de 2012

058.11* VICENTE ARNÁS. ALFAMA GALERIA DE ARTE. Serrano, 7. Madrid




Constituye la obra del madrileño Vicente Arnás, (Madrid, 1949), una etopeya pictórica de las características arquetípicas de una manera, (que no escuela ni grupo), de entender la figuración en el arte, como la representación  formal de los complejos mundos interiores, que la mente humana puede concebir y soñar dentro del mundo del subconsciente, cuando se racionalizan las ensoñaciones.


Vicente Arnás y este conjunto de pintores, entre los que cabe destacar a  M.Santiago Morato, Pérez Villalta, López Herrera, entre otros como figuras destacadas de esta corriente española de pensamiento y sentimiento del arte, defiende una expresión pictórica estrictamente figurativa y realista, pero esencialmente conceptual de sus planteamientos.

En efecto, la expresión formal que modela sus obras explica directamente aquello que el artista ha vivido en su mundo interior, sin necesidad de apoyaturas “literarias”, que  enseñen qué es lo que se tiene que ver e, incluso, qué es lo que se tiene que sentir y cómo se tiene que mirar para comprender la virtualidad del o de los “conceptos” representados, de forma tal que quien interpreta se constituye en el artista, en un intento de dar virtualidad a una mímesis inexistente.

Desde sus inicios Vicente Arnás como pintor, persevera en un concepto del arte que se apoya en la solercia del artista y en su capacidad de transmitir emociones, y lo hace con una tenaz actitud asertiva, convencida y convincente, pues sus obras son paradigmáticas del trabajo constante, meditado y bien hecho, de la armonía entre formas y color y de la belleza, en fin, que emana de la poesía.

Cada cuadro de Vicente Arnás captura la atención de quien lo observa, como capturó, allá por el 1975, la del maestro y humanista Manuel García Viñolas, uno de los primeros de los muchos críticos y teóricos del arte, que han analizado y comentado su obra, poniendo de manifiesto, con clamorosa unanimidad, la capacidad del artista para transponer, a sus personales interpretaciones, las imágenes que transitan por los primitivos flamencos, tomando a El Bosco como señera, por los venecianos, por los manieristas, en cuyas escenas hace convivir a personajes velazqueños, goyescos y cuantos de la rica veta intelectual y de la inacabable inquietud del artista emanan con la fluidez de la alfaguara.

Sus escenas pintadas con la pulcritud de una tabla flamenca, son escenas dramáticas expuestas en el escenario del tinglado de la antigua farsa, en el que nuestro Premio Nobel, Jacinto Benavente, desentraña e ironiza los prejuicios y malos usos sociales, poniendo la escena en tiempos pretéritos, para una mejor aceptación social fuera de prejuicios actuales.

En la obra de Arnás atrae la perfección casi preciosista del dibujo, la suntuosidad y complejidad de la escena, de corte surrealista, la verosimilitud de las vestimentas que “se non è vero, è ben trovato”, una combinación de colores armónica y bien contrastada.

Uno se da cuenta que está ante una pintura rabiosamente actual, pero siente el vértigo de ser trasladado a un mundo que hace siglos plasmaron otros maestros de la pintura de todos los tiempos.

En la pintura de Arnás está la esencia de la tradición. Y ya lo dijo el maestro D’Ors, lo que no es tradición es plagio, pues el que no sabe heredar está fatalmente abocado a copiar.

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