Este
artista plástico, que consolidó su posición, en el panorama pictórico español de
los pasados inmediatos años noventa, con su cuadro “Minotauro Cósmico”, obra
que sirvió como referencia de la representación de los mitos clásicos en los
años finales del siglo XX, (en el trabajo de José María Blázqez Martínez, de la
Real Academia de la História), presentó sus
últimas realizaciones bajo el título de “Fondo Marino y Humano”, compuestas por
obras formalmente hiperrealistas, bajo el novedoso concepto de “Superrealismo”.
David
Paquet, nacido en Toulouse, en 1964, desembarca en Madrid en 1989, donde vive
desde entonces, lo que le brinda la oportunidad de tomar contacto directo con
la provocadora “Movida Madrileña” y conocer allí a algunos de sus protagonistas, como el
fotógrafo Pablo Pérez Mínguez, el cantante y artista plástico Fabio (Fanny)
MacNamara y el productor musical Miguel Ángel Arenas, -con el que colaboró en
la creación de la productora Legende-, entre otros.
Retratista
de personajes tales como Alejandro Sanz, Pablo Pérez Mínguez, Andrés Pajares,
Gustavo Villapalos, Manuel de Gotor, etc., Paquet ha desarrollado una intensa
labor artística, sólo y en colaboración de otros creadores de diversas
disciplinas, como lo hizo con el diseñador Lorenzo Caprile o con su ya mencionado
amigo Pérez Mínguez, con quién, entre otras cosas, colaboró en la exposición
que realizó, en esta Galería, el pasado año de 2011.
Su
afinidad con el arte de la fotografía no es casual ni baladí, ya que el artista
basa sus realizaciones pictóricas en modelos fotografiados, que le sirven de
bocetos, mediante una cuidada iluminación, fundamentada en la luz blanca, al
objeto de poder apreciar en su totales dimensiones, aspectos y coloraciones las
figuras y objetos, que le permiten referencias muy precisas de las estructuras
físico-anatómicas de los modelos.
A
este respecto dice Paquet: “La relación entre arte y superrealismo, radica en
la captación o invención del instante, seguido del desarrollo y de la
recreación de los escenarios, el teatrillo casi improvisado de las fotos con
mis amigos posando de modelos, ayudándome a exagerar en exceso la realidad para
mis obras”…”mis paseos por los acuarios, cámara en mano, captando segundos
mágicos, en los que los peces desfilan para mí, constituyen la base de los
bocetos de mis obras, seguido por el dibujo y construcción de las obras
confiadas a la creatividad, disciplina y al azar, que siempre hace bien las
cosas en estos asuntos”.
Dice
también en su proclama: “La sociedad moderna, moviéndose a alta velocidad, nos
ofrece infinitas combinaciones de posibilidades, engendrando constantemente
instantes superrealistas; son realidades superlativas,.., dejando sentir la
tranquila fuerza del funcionamiento del Universo”. Todo ello constituye para
Paquet la gran motivación, cual es la de encontrar o crear situaciones
superrealistas, lo que le permite plasmar metafóricamente en sus cuadros “los
excesos de realidad”.
Declara
el artista que, en un momento determinado de su frenética actividad existencial,
y, tras el estudio, meditación y asimilación de distintos pensadores y místicos
contemporáneos, volvió su vista hacia el interior de su consciencia,
re-descubriendo entonces “la poderosa y llamativa fuerza de la creatividad”.
Adquirió
así unas nuevas capacidades perceptivas que le permiten apreciar situaciones
coyunturales anecdóticas que “por muy excéntricas y atípicas que parezcan, no
llegan a ser alucinaciones ni delirios, solo están fuera del desarrollo normal
de lo esperado, rompiendo lo preestablecido en el curso ordinario del momento,
una evolución en el instante, en plena lucidez, por estar ocurriendo en la
realidad consciente del momento”.
Posicionamientos
antitéticos al predicado por los surrealistas, que fiaban la realización del
arte al inconsciente y a cualquier
actuación mecánica, que fuera ajena a un
control racional.
Formalmente,
sus cuadros son de una gran precisión y minuciosidad en el dibujo, que procede
de la traslación del boceto fotográfico al lienzo; colores luminosos, abigarramiento de detalles
compositivos, que recuerdan sus primeras obras, a modo de mandalas, con fuerte
impronta del arte budista o hindú y aplicación de procedimientos personales,
para la expresión pictórica de calidades.
¿Nos
hallamos ante el interrogante nacer de un nuevo movimiento artístico? O ¿Es
sólo un intento de originalidad sin otro fundamento esencial?
He aquí un dilema que el tiempo ha de dilucidar. Pero merece la pena,
sin embargo, prestar atención a este intento discursivo , que introduce en el
mundo de la pintura, en el cual parece haberse cumplido el fukuyamaniano aserto
del “fin de la historia”, una nueva filosofía que puede venir en auxilio de una re-vitalización
del decaído, -que no decadente, pero si carente de asertivilidad-, universo de
la figuración, en el heterogéneo panorama de esta postmodernidad, en la que, en
una huida hacia adelante o en una
muestra de in-solercia e incapacidad, los artistas repiten los paradigmas de
unos informalismos obsoletos y manidos, amparados en el indemostrable principio,
de que lo sustancial es la idea y el proceso y lo accidental la mímesis de la
obra, cuando lo sustancial en cualquier arte es su capacidad de comunicación.
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