José Ramón Lozano, (Ceuta, 1983,
pero cuajado artísticamente en Granada), practica un realismo esencial, pero
con un lenguaje expresionista, aplicado con sabiduría y solercia sobre un
dibujo que reproduce los rasgos de la figura representada, con una paleta
fovista y simple y una pincelada suelta, vigorosa y fresca, con la que interpela agresivamente a las
gentes; y a fe que lo consigue.
Este artista, que pinta rostros y
cuerpos, a los que parece haber manchado previamente con los tres colores
primarios, consiguen inducir en el espectador el sentimiento de estar invadido
por la emoción, que del gesto de las figuras representadas en los cuadros
dimanan: ora tristeza, ora angustia, ora ensoñación, ora asombro o llamada. Lo
sorprendente es que a pesar de sus pinceladas enérgicas, las imágenes de caras
y de cuerpos, presentan una actitud inerte, como congelada, que va contra esa
naturaleza expresionista.
Lo cierto es que, sus obras
consiguen que el espectador se encuentre atrapado, como hipnotizado, por el
resplandor de las miradas, que fulguran desde unas pupilas transparentes y
luminosas, y desearía que esos ojos y eso rostros le permitieran establecer un
diálogo con los ocultos pensamientos, causantes de tales gestos, cuando tiene
que conformarse, no sin cierta sensación de frustración, con la insuficiente
posición del expectante mudo.
El artista, repetimos, es un
realista integral, que pinta lo que ve, pero traducido mediante un código
impreso en su íntima idiosincrasia, que le permite aplicar una hermenéutica
personal con la que interpreta la realidad, obteniendo como fruto unos muy
personales y distinguibles cuadros.
La palabra clave es
interpretación, pues el artista no copia, sino que traduce, no reproduce, sino
que crea algo cercano a una irrealidad, similar a la que crean los rostros del
clown, del augusto o del mimo.
En nuestro sentir este artista es
un claro exponente de un neo realismo
postmoderno, que tiende puentes entre el hiperrealismo clásico o incluso fotográfico
y la pintura de Gaugin y de los fovistas y la expresionista de Kandinsky o
Kirchner, en una convincente hibridación estilística.
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