Con un estilo expresionista y
colorista; con una entonación cromático-ambiental en morados y violetas, los
toques en rojo y en verde, resaltando algún detalle que el artista quiere
particularizar, dan a los cuadros una viveza, que aumenta la tensión dramática
de la escena.
Desde luego, de escenas se trata,
ya que todas ellas pueden formar parte de una secuencia cinematográfica de
cierta estética gore, en donde la sangre juega un papel fundamental.
Pero, aunque el sentido de
provocación es evidente, también lo es que ninguna de esas escenas traspasa los
límites de lo tolerable y de lo que a diario contemplamos sin mayor alteración
de nuestros pulsos.
De otra parte, es difícil llegar
a los límites de lo ya visto, cuando se han puesto ante nuestros ojos, que no
ante nuestro gusto, las “carnicerías” de Damien Hirst, de Paul McCarthy o del
“doctor” Gunter von Hagens, o las automutilaciones de Franco B o de otros
practicantes del llamado “body art” y demás epígonos de este nuevo, (pero ya
caduco), realismo conceptual.
No, las fotografías de Nando
Esteva, si bien son transgresoras, con un estilo personal e innovador, no
producen rechazo intelectual ni fisiológico y sí una cierta inquietud al que
las observa, de forma tal que sus contenidos y gestualidad sugieren
sentimientos encontrados e incitan a su aceptación estética, forzándonos a
observar con curiosidad a esos zapatos y botas de mujer con sus altos tacones,
ocupando los lugares donde deberían estar colgados unos embutidos o estar
ubicado un magnífico solomillo o unas chuletitas de recental y obligándonos a
inquirir por su significado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario