Después de un largo recorrido, fundamentalmente
asociado al arte del comic, -desarrollado en cuadernos, videos, dioramas y
maquetas-, vuelve Oscar Seco, (Madrid, 1964), a retomar el camino de la
pintura, como forma de expresión de sus inquietudes artísticas, con trazos seguros,
pero conservando, quizás ampliando, su espíritu analítico y crítico con las
realidades político-sociales que oprimen al ciudadano y coartan su libertad; libertad
que cae fatalmente herida de muerte, como ave cazada al vuelo por los espacios
del libre albedrío, y destruye la realidad, donde el hombre cohabita y deambula,
quizás ya como un autómata.
Las propias percepciones y
reflexiones del artista, así como sus lecturas de las novelas de J. G. Ballard,
de Mijail Burgákov o de H.G. Wells, alimentan su imaginario, que se traduce
plásticamente en una pintura figurativa de alta intensidad expresiva.
Este agobiante mundo de
voluntades constreñidas a la obediencia, no debida, sino forzada por la
publicidad mercenaria y partidaria, solo puede ser expresado en blanco y negro,
con líneas firmes, donde las sombras juegan un papel definitorio.
Cuadros inquietantes, sugestivos
y sugerentes, que expresan la vaciedad que la angustia provoca en el alma: Producen
intencionadamente frío y hacen pensar, pues contienen un lenguaje poético que
interpela, con una sintaxis y una prosodia eminentemente pop, como lo es el
espíritu de este artista.
Como señala la nota que la galería
proporciona: “Los desastres de la guerra, el descalabro de las civilizaciones,
la política o la venganza de la naturaleza siguen siendo obsesiones motoras en
la nueva producción del artista”, lo que queda evidenciado en la colección que
se expone a la consideración pública.
Cuadros de ejecución impecable,
homogéneos y penetrantes en el interés del observador y que contienen la
belleza de lo bien hecho.
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