Vuelve
Pedro Escalona, (Fuengirola, 1949), a exponer, después de cinco años de
ausencia, en la Galería Ansorena, ambos siempre fieles a su línea. Ha
vuelto y no ha decepcionado a los
aficionados y coleccionistas, que han encontrado en la obra expuesta lo que siempre
esperan de este riguroso artista.
Presenta
Escalona una colección homogénea, trayendo al lienzo bodegones y paisajes
dentro del más estricto estilo figurativo y realista, si bien transformando la
realidad que ve a través de un proceso de creación de una nueva realidad convertida
en paradigma poético.
Porque
Escalona,” prima facie”, parece practicar el hiperrealismo, pero sin
embargo sus obras no presentan los
rasgos y características de este estilo, pues sus cuadros solo toman su auténtica
virtualidad representativa y expresiva , cuando son observados a la distancia
que el artista ha entendido que deben ser contemplados.
El
brillo de un cristal, la sombra de una hoja, el pétalo de una rosa, el reflejo
de una gota de agua y un etcétera de detalles, que se nos antojan pintados con
la minuciosidad de un dibujante, descubrimos, cuando son observados de cerca,
que tan solo son manchas en el lienzo..
Y
es que, aunque él ni gusta ni quiere ser comparado con los grandes maestros de
la pintura, lo cierto es que tiene junto con ellos un similar carisma, porque,
en nuestro sentir, Escalona tiene una pincelada velazqueña, que obra el milagro
de hacer real lo ilusorio y cierto lo delusorio.
Así,
un anárquico conjunto de manchas ocres y blancas, a la distancia se convierten
en un paisaje pedregoso, como los que tantas veces hemos visto y sufrido en nuestras
andanzas rurales. De igual forma, unas inconexas manchas sienas toostado,
salpicadas de otras más claras, cuando nos alejamos del lienzo se nos muestra
como la representación más realista de la ”Playa Sacaba”.
Y
cuando en la cercanía miramos unas vasijas un tanto desdibujadas y vagamente
coloreadas, con la distancia descubrimos una alacena sobre la que reposan muy reconocibles
botellas, vasijas, cerámicas, que brillan y reflejan, de un realismo perfecto, entre los que se
distinguen los huecos que entre ellas existen, el espacio que las rodea y que se hace patente en la diferenciación de
planos, que el mismo proporciona.
Composiciones
estudiadas con minuciosidad, para obtener la armonía y el equilibrio formal, apoyado por una
paleta muy rica en matices, con una aplicación de los colores sobre el lienzo
meticulosa, mimando el efecto.
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