Víctor Soler, (Castellón, 1971), es, por
solercia y vocación, ilustrador. Así se titula, se presenta y ejerce como “free
lance” en su propio estudio de ilustración.
Además es un fanático del cine, para cuya
industria ha trabajado, como dibujante animador de películas para la Warner y
para la Disney, pero ahora las dibuja y pinta, presentando, en esta exposición,
diez escenas imaginadas y ficticias de diez históricos filmes, en dioramas enormes,
-de ochenta centímetros por dos metros-, mimetizando la pantalla panorámica.
Soler, que es un virtuoso del dibujo y
del arte de la pintura; escrupuloso y cuidadoso en su ejecución técnica y
formal, nos muestra un variado panel de obras realizadas siguiendo distintos
paradigmas: desde las que discurren por lineales dibujos en blanco y negro, a
aquellas en las que el color no deja resquicio, presentando entre todas una
amplia gama de códigos estilísticos, que van desde las que son trasunto del
comic más clásico a las realizadas con técnicas de la tradicional y académica
ilustración. Son escenas de “aquello que el cine no le supo o no le pudo
contar”, como Rubén Arribas expresa en el catálogo de la exposición, -pieza por
si misma muy valiosa-.
Dicen, en el mismo, Cristina Durán y
Miguel A. Giner, en juicio certero, -comentando el cuadro dedicado a la
película de “El Padrino”-, que “es como si Víctor hubiera podido acceder a las
escenas que se quedaron fuera del montaje y hubiera captado la esencia de la
película”. Por su parte, el humorista gráfico, Ángel Idígoras, analizando el
cuadro dedicado a “Con faldas y a lo loco” señala que “Víctor ha pintado el
cine, la alegría y el amor a la vida”.
Paco Roca, autor de novelas gráficas, en
fin, sintetiza y define el trabajo de Víctor Soler, escribiendo: “Me encanta su
trabajo por esa forma delicada y elegante que tiene de tratar las
ilustraciones. La elección del color, la composición… Pero, sobre todo, la
mirada tan personal de sus dibujos. Esta ilustración de “Blade Runner”, que ha
hecho, sintetiza todo lo que esta película es”.
Sirva este reducido repertorio de textos,
para focalizar el alto valor plástico y estético de esta exposición, que nos
muestra a un artista, cuya trayectoria personal nos trae a la memoria el
periplo vital que siguió otro ilustrador, que ha pasado a ser una personalidad
representativa de la pintura norteamericana del pasado siglo. Nos referimos,
claro está, a Edward Hopper, salvando, obviamente, las grandes diferencias estilísticas.
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