lunes, 9 de junio de 2014

103.06* CARMEN PASTRANA NICETHINGTOSAY GALERIA BAT Alberto Cornejo. María de Guzmán, 61. Madrid






Mundos irreales, surreales, oníricos, delusorios, ilusorios, ideales e imaginarios los que nos presenta Carmen Pastrana, (Madrid, 1967), en esta colección de pintura y obra sobre papel.


Obras estéticamente atractivas e impolutas, realizadas con una técnica depurada, cuidada al detalle formal y compositivo, en las que el blanco predomina arrolladoramente sobre el lienzo o el papel y las figuras están cabalmente dibujadas, -con la precisión que el hiperrealista imprime a su trabajo-, inmersas, o quizá sujetas, o, posiblemente, flotando, por, o en ese espacio neutro y vacio del blanco absoluto.

Escenas asépticas, carentes de tensión dramática, pero no así de emoción y misterio, pues, ante ellas, el instinto queda alerta y nos hace suponer que estamos ante sinécdoques y metáforas pictóricas, que ocultan significados más profundos, sobre los que tendremos que pensar, una vez aplicada la hermenéutica conveniente para evidenciarlos, quizá fundamentada en la semiótica que se infiere de los enigmáticos títulos de los cuadros.

Su imaginería es simple y recurrente, a lo más dos figuras, -no son las dos  necesariamente humanas-, que se interpelan por mera yuxtaposición, estableciendo un diálogo visual que el observador se ve impelido a descifrar, pues la fuerza plástica de la escena se impone y el blanco, - ¿el vacio, la nada o simple recurso estético?-, exige que se llene y se escriba mentalmente un texto, que complete su sentido y su significado, pues, aunque no existiera en la mente de la artista, su fuerza gravitacional así lo pide.


Sus series de máscaras antigás, repetidas monótona y obsesivamente, son paradigmas del lenguaje alegórico que la artista desarrolla, mediante elegantes y bien construidos espacios escénicos, en los que el color juega un papel relevante, si bien es el dibujo el elemento clave sobre el que se sostiene el entramado formal, tan sólo modificado por elementos de carácter ornamental, con que la artista transforma el significado simbólico global de la obra. 

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