Mundos irreales, surreales, oníricos,
delusorios, ilusorios, ideales e imaginarios los que nos presenta Carmen
Pastrana, (Madrid, 1967), en esta colección de pintura y obra sobre papel.
Obras estéticamente atractivas e
impolutas, realizadas con una técnica depurada, cuidada al detalle formal y
compositivo, en las que el blanco predomina arrolladoramente sobre el lienzo o
el papel y las figuras están cabalmente dibujadas, -con la precisión que el
hiperrealista imprime a su trabajo-, inmersas, o quizá sujetas, o,
posiblemente, flotando, por, o en ese espacio neutro y vacio del blanco
absoluto.
Escenas asépticas, carentes de tensión
dramática, pero no así de emoción y misterio, pues, ante ellas, el instinto
queda alerta y nos hace suponer que estamos ante sinécdoques y metáforas
pictóricas, que ocultan significados más profundos, sobre los que tendremos que
pensar, una vez aplicada la hermenéutica conveniente para evidenciarlos, quizá
fundamentada en la semiótica que se infiere de los enigmáticos títulos de los
cuadros.
Su imaginería es simple y recurrente, a
lo más dos figuras, -no son las dos necesariamente humanas-, que se interpelan por
mera yuxtaposición, estableciendo un diálogo visual que el observador se ve
impelido a descifrar, pues la fuerza plástica de la escena se impone y el
blanco, - ¿el vacio, la nada o simple recurso estético?-, exige que se llene y se
escriba mentalmente un texto, que complete su sentido y su significado, pues,
aunque no existiera en la mente de la artista, su fuerza gravitacional así lo
pide.
Sus series de máscaras antigás,
repetidas monótona y obsesivamente, son paradigmas del lenguaje alegórico que la
artista desarrolla, mediante elegantes y bien construidos espacios escénicos,
en los que el color juega un papel relevante, si bien es el dibujo el elemento clave
sobre el que se sostiene el entramado formal, tan sólo modificado por elementos
de carácter ornamental, con que la artista transforma el significado simbólico
global de la obra.
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