lunes, 5 de enero de 2015

116.01* PACO POMET. OBRA RECIENTE. GALERÍA MY NAME´S LOLITA ART. Almadén, 12. Madrid



Paco Pomet, (Granada, 1970), se inviste de ingenuidad ante la realidad humana, ante el mundo en su entereza, cuando se sitúa ante el lienzo y escudriña la vieja foto, que ganó su atención en algún “marché aux puces” de cualquier ciudad o pueblo de la Tierra, volviendo insistentemente, obsesívamente, si se quiere, al intento de encontrar sentido a las cosas: a las situaciones, a la cultura, a los hábitos, a la moral,… a todo aquello, en una palabra, que acontece al hombre y por lo que él se encuentra concernido.


Como concernido está, e impulsado en su quehacer heurístico, por los versos de Wen Fu, que el artista hace suyos, más que como un lema, como  factor motriz de su pintura, según confiesa: “Haz brillar todo lo que encierra luz/ haz vibrar todo lo que encierra sonido”. Sabiduría milenaria que alimenta su noúmeno artístico, para desentrañar la verdad oculta.

Sus cuadros nos descubren mundos tal y como los concibieron los epígonos del dadá y del surrealismo: Man Ray, Magrite, Ernst, Delvaux o Dalí, en los que los significados difieren de aquello que los ojos ven.

Paco Pomet, en su semántica formal, es un figurativo convencido, con un enorme y muy personal talento para una pincelada segura y empastada, con una técnica muy depurada, que dota a sus cuadros de una apariencia de hiperrealismo fotográfico. Sin embargo la realidad es que lo que pinta no se puede fotografiar, porque sólo existe en el universo de su imaginación, en el cosmos de las ideas: es una realidad que se superpone a la que mimetiza, convirtiéndola en otra distinta.

 El artista traduce al lienzo la apariencia de la fotografía en blanco y negro o en sus tonos degradados de los viejos papeles sensibilizados a la albúmina, donde el color es un accesorio imprescindible, para conceptualizar al cuadro.

Su estética sorprende de inicio para luego seducir y convencer, a pesar, o quizá por ello, de que pone en cuestión a los lugares comunes de la figuración, ya que nada es lo que parece,  y en donde el color pasa a ser una sacudida al intelecto y una llamada de atención por medio de la ironía o la sátira, siempre en el ámbito del símbolo y la alegoría.

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