sábado, 7 de noviembre de 2015

134.10* MARC QUINTANA. EVOLUCION. GALERÍA BAT ALBERTO CORNEJO. María de Guzmán, 61. Madrid






La paradoja que supone que mientras la globalización, (la aldea global de Marshall McLugan) está llevando el desarrollo personal y el bienestar a la parte de la Tierra más desfavorecida por siglos, en la sociedad exportadora de ambos, desarrollo y bienestar, globalizándolos, se viene teniendo el creciente sentimiento de que las personas pierden su libertad y su identidad. Percepción que ha alcanzado la categoría de estereotipo.


 Marc Quintana, (Tarragona, 1975), sensible a los pulsos que laten en su entorno y a su realidad vital y vivencial, expresa así estos sentimientos: “Mi obra, (dice), es una representación subjetiva de la sociedad actual y de cómo nuestra propia evolución nos está llevando a la pérdida de valores, identidad y la deshumanización del individuo. La tecnología, las redes sociales, la iconografía urbana y la globalización en general poco a poco nos privan de nuestra supuesta libertad intelectual, convirtiéndonos en elementos seriados de grupos mayoritarios y en individuos sin voz”.

Sus cuadros, -que son consecuencia y son concebidos bajo la gravitación de estas reflexiones-, son desgarradas expresiones del entorno social que experimenta la persona y que el artista  plasma en dramáticos contrastes del blanco y del negro, como si de los claroscuros  de un film expresionista de Mornau o de los clichés nocturnos de Brassai emanasen. Sus cuadros llevan una banda negra elongada, sea en la parte izquierda, sea en la derecha, quizá como manifestación de duelo por la muerte de la libertad del hombre por él sentida.

Sus composiciones presentan un ostinato formal característico: en ellas reina la  máxima entropía de líneas, luces y sombras, envolviendo a la recurrente iconografía de una figura humana, con el rostro oscurecido, emborronado o desfigurado, como significante de la pérdida de identidad del hombre en la sociedad alienante, construyendo un discurso que se desvela a lo largo de la serie, como algo misterioso y aterrador.

El lenguaje formal de este artista es sin duda  personal y reconocible: a partir de  la figura humana impresa en el lienzo, (en algunos casos, de una mariposa), sobre y alrededor le la cual teje un torbellino de luces y sombras, mediante las pretendidamente descuidadas pinceladas de pintura acrílica, que matizará con carboncillo y pastel, resultando un totum revolutum que no está exento de una cierta armonía caótica, (o de un cierto caos armónico). Armonía buscada y, en ocasiones, encontrada más allá de su voluntad, pero más acá de su intuición. Aquí está su genuina creación artística.


En la pintura de Quintana subyace el germen de un misterio latente y también la expresión de una poética de la desesperanza, -o ¿quizá de la desesperación?-, dentro de un paradigma surrealista, con trazos de un expresionismo abstracto, que completan la percepción de ensoñaciones de pesadilla.

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