La
impresión que se tiene “prima facie” cuando se está ante un cuadro de Illán
Argüello, (Madrid, 1968), es la de estar
viendo una pintura geométrica o constructivista, pero pronto el equívoco
desaparece, al observar que la figura geométrica central de la obra está
inmersa compositivamente en un espacio, que profundiza tras el objeto y combina
con éste.
De
esta manera, figura y espacio forman un cuerpo único y mediante el juego de
perspectivas, luces y tonalidades de los
colores, el cuadro presenta una complejidad narrativa, cromática y textural, que
le dota de unas significaciones, que van más allá de las simplemente plásticas
y estéticas y que requiere una consideración holística de la obra para su total
comprensión.
Illán
Argüello, (Madrid, 1968), es un creador.
Su imaginación concibe formas de edificaciones inverosímiles, de jardines
irrealizables y de artefactos de inútil construcción, pero cuyos bosquejos,
bien podrían ser la base del origen de arquitecturas, de jardines y de
instrumentos posibles, útiles y de avanzado diseño de una novísima bauhaus.
Mediante
el juego de planos y superficies, de luces y de sombra, Illán construye unas figuras
en estudiada poli-perspectiva, la cual les da grandiosidad, volumen y
elegancia, sumergidas en unos espacios diáfanos e ilimitados, en los que pueden
distinguirse distintos planos intermedios, hasta perderse en la infinitud de
unos cielos crepusculares, en donde unas livianas nubes flotan como inocentes
ovnis y una minúscula luna brilla en la oscuridad cobalto o verde-oliva del lejano
vacío infinito.
El
leguaje cromático de este artista es a la vez simple y complejo. Sus colores
son puros y planos, en los que solamente tornasolan las sombras, conforme la
fuente de luz interna del cuadro incide sobre ellos, consiguiendo así una mayor
percepción de volumen y profundidad. Pero también de inquietante intriga y de
una sensación de turbadora pertenencia a un algo misterioso que presentimos rige
ese universo, al tiempo que nos parece escuchar las tremendas notas de Ligeti,
con las que Stanley Kubrik solemnizó escenas cruciales de su film “2001. Una
Odisea del Espacio”.
El
artista, con depurada técnica tanto en el dibujo, como en la aplicación de la
pintura sobre el lienzo, logra unas texturas y tonalidades similares en
transparencia y limpieza a las que el buen acuarelista consigue, y que recuerdan
a los acabados y efectos que Josef Albers consiguió en sus obras reconocidas del
“Homenaje al Cuadrado”.
Digamos,
en fin, que hemos descubierto en la obra de Illán Argüello una técnica
irreprochable, un lenguaje formal muy estudiado y una estética realmente atractiva,
que transmite perfección, poesía y misterio
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