En
la pintura de Carla Querejeta, (Pamplona, 1979), la obra no expresa algo, no
representa nada físico, no es mímesis significante. Es la obra por la obra,
como forma u organismo, que tiene una vida autónoma, regida por leyes propias,
como producción o acción formante, como
el concepto de arte que Luigi Pereyson enunció.
De
ahí su ambigüedad formal, en la que no hay ni sinécdoque, ni metonimia, ni metáfora,
pero si una visión holística, comprensiva de la idea germinal que dio lugar a
la obra.
En
una primera mirada sus cuadros aparecen como collages. Sin embargo, con una
leve traslación lateral del punto de vista, se comprueba que son algo más allá
del collage, algo más complejo, pues entre los distintos componentes, de lo que
se nos antoja un espacio plano pintado sobre tablex, existen espacios
tridimensionales, que juegan su papel tanto estético, como explicativo de una
poética conceptual inherente a la obra.
En
sus cuadros el espacio está deformado, -intervenido en su acepción actual-,
pero no hay nada teratológico en sus obras, como puede haberlas en los trabajos
de Millares, acercándose más a la idea del movimiento Madi y sus marcos
irregulares, donde el espacio penetra en el lienzo, para que sea parte actuante
en la obra, como un elemento más.
Si
bien en las pinturas madi la articulación de planos de color se realiza de
forma estrictamente proporcional y combinada, en los cuadros que presenta Carla
Querejeta, en esta colección de “Caminos por el Mundo”, le estructuración
formal de los colores y los dibujos se realizan de forma entrópica, mostrando una
configuración entre caótica y fractal, que permite una lectura global, pero
también por espacios separados y parciales, en los que se encuentran detalles
expresivos de su poética.
Pero
no se busquen figuras miméticas de la realidad que nos circunda, ya que su
pintura no es figurativa, pero,-he aquí la paradoja-, tampoco es estrictamente
abstracta, pues sus cuadros tienen una narrativa conceptual que se puede
descubrir a través de su contemplación.
Porque
las pinturas de Carla Querejeta hay que verlas y reverlas, para lograr que nos
revelen su auténtica y total identidad y gocemos de la emoción que, sus trazos
y colores contundentes, fuertemente expresionistas y gestuales pero
armoniosamente entrelazados, nos trasmiten.
Los
cuadros de esta artista no tienen fotogenia. Las fotografías, resueltas en un
plano bidimensional, no permiten captar el espacio tridimensional, que juega
como tercer elemento inclusivo, con las formas y los colores, y que permite
descubrir nuevas sensaciones estéticas y emocionales, que completan la poética
de esta personalísima pintora navarrica.
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