jueves, 15 de septiembre de 2016

154.09* CARLA QUEREJETA ROCA. CAMINOS DEL MUNDO. KREISLER GALERIA DE ARTE. Hermosilla, 8. Madrid



En la pintura de Carla Querejeta, (Pamplona, 1979), la obra no expresa algo, no representa nada físico, no es mímesis significante. Es la obra por la obra, como forma u organismo, que tiene una vida autónoma, regida por leyes propias, como producción o acción formante,  como el concepto de arte que Luigi Pereyson enunció.


De ahí su ambigüedad formal, en la que no hay ni sinécdoque, ni metonimia, ni metáfora, pero si una visión holística, comprensiva de la idea germinal que dio lugar a la obra.

En una primera mirada sus cuadros aparecen como collages. Sin embargo, con una leve traslación lateral del punto de vista, se comprueba que son algo más allá del collage, algo más complejo, pues entre los distintos componentes, de lo que se nos antoja un  espacio plano  pintado sobre tablex, existen espacios tridimensionales, que juegan su papel tanto estético, como explicativo de una poética conceptual inherente a la obra.

En sus cuadros el espacio está deformado, -intervenido en su acepción actual-, pero no hay nada teratológico en sus obras, como puede haberlas en los trabajos de Millares, acercándose más a la idea del movimiento Madi y sus marcos irregulares, donde el espacio penetra en el lienzo, para que sea parte actuante en la obra, como un elemento más.

Si bien en las pinturas madi la articulación de planos de color se realiza de forma estrictamente proporcional y combinada, en los cuadros que presenta Carla Querejeta, en esta colección de “Caminos por el Mundo”, le estructuración formal de los colores y los dibujos se realizan de forma entrópica, mostrando una configuración entre caótica y fractal, que permite una lectura global, pero también por espacios separados y parciales, en los que se encuentran detalles expresivos de su poética.

Pero no se busquen figuras miméticas de la realidad que nos circunda, ya que su pintura no es figurativa, pero,-he aquí la paradoja-, tampoco es estrictamente abstracta, pues sus cuadros tienen una narrativa conceptual que se puede descubrir a través de su contemplación.

Porque las pinturas de Carla Querejeta hay que verlas y reverlas, para lograr que nos revelen su auténtica y total identidad y gocemos de la emoción que, sus trazos y colores contundentes, fuertemente expresionistas y gestuales pero armoniosamente entrelazados, nos trasmiten.

Los cuadros de esta artista no tienen fotogenia. Las fotografías, resueltas en un plano bidimensional, no permiten captar el espacio tridimensional, que juega como tercer elemento inclusivo, con las formas y los colores, y que permite descubrir nuevas sensaciones estéticas y emocionales, que completan la poética de esta personalísima pintora navarrica.

Por tanto, ni el catálogo fotográfico, ni las descripciones más exactas  nunca podrán poner en evidencia visual, lo que solo la contemplación directa puede poner de manifiesto. Es preciso, para captar toda naturaleza fragmentada, su potente estética y su compulsión emocional, situarse físicamente ante sus cuadros

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