En
la post-modernidad, el arte abstracto renace en creaciones de artistas que encauzan,
por distintos canales, las previas experiencias de quienes descubrieron y alumbraron el
paradigma del estilo. Por ello, encontrar nuevas formas expresivas en el
territorio del informalismo abstracto, presupone, de una parte, tener un muy amplio
conocimiento de lo mucho que ya ha sido dicho por los creadores precedentes; de
otra, estar dotado de una inteligencia suficiente, que permita allanar
temores y, por último, poseer una gran
solercia natural y una capacitación notables para el ejercicio de las artes,
mediante creaciones sincréticas, en cuanto estilo, pero únicas en cuanto a
potencial expresivo y lenguaje visual autónomo, dotado de sus propias semántica
y significaciones. Con todo, el encuentro con la paronomasia formal será casi
inevitable.
Conociendo
esta realidad, la madrileña Rosa Brun, (licenciada en Bellas Artes por la
Universidad Completense, Profesora titular en la Facultad de Bellas Artes de la
Universidad de Granada), decidió en su momento explorar este territorio del
arte y buscar nuevos patrones modales, que definieran su personal aportación al
arte de la pintura.
Bru
ha evidenciado ser una singular artista, cuya obra es demostrativa de una
coherente diégesis pictórica, dentro del paradigma de los “color fields”, en
donde el color toma un valor denotativo y autónomo, colmatando las grandes
dimensiones de las obras.
En
este territorio estilístico, (que Clement Greenberg diferenció de entre el
expresionismo abstracto neoyorkino, y del que son personalidades referenciales
Mark Rothko y Barnett Newman), es en el que
Rosa Brun desarrolla su trabajo creativo, declarando de forma explícita
la importancia que ambos artistas tienen en el mismo.
Rosa
Brun aúna en sus tablas, junto al código de los “color fields”, el paradigma
del arte geométrico, en su variante constructivista, lo cual dota a sus
creaciones de dos simultaneas tensiones emocionales: aquella que se origina en
la percepción de los colores, sus texturas, matices y contrates, y la que emana
de los equilibrios arquitectónicos de formas paralelepípedas situadas en
distintos planos espaciales.
Obras,
todas ellas realizadas con un estudiado y cuidado tratamiento de los
materiales, que dotan a las obras de un atractivo y ordenado terminado, en el
que no se ha dejado nada al azar
La
exposición, formada por una veintena de obras realizadas en los dos últimos
años, en palabras que tomamos de la propia artista, "plantea diferentes
lecturas del espacio y de la materia, investigando la relación entre ambas, sus
implicaciones perceptivas, así como la noción de límite”. Las pinturas -u “objetos pintados”-, están constituidos por
diferentes planos "que se solapan o tapan dejando entrever líneas y bordes
semiocultos que multiplican la visión final de la obra, redefiniéndose en
función del punto de vista del espectador”, en una concepción formal de la
obra, similar a la que veíamos, en ocasión anterior, en la pintora Carla
Querejeta Roca.
El
arte abstracto nace de las ideas y las emociones y a ellas apela el artista,
cuando vuelca en el cuadro sus visiones interiores, en donde el color enseñorea
la obra y la arquitectura lo delimita en líneas y planos ortogonales. Este es
el caso de Rosa Brun.
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