El arte no se improvisa y la inspiración
encuentra al artista trabajando, como dijo Picasso, en uno de sus muchas
sentencias aforísticas.
Dos aserciones que cuadran con la
personalidad artística de Miguel Muñiz, -nacido en Orense, en 1943-, quien se decidió,
tardía y discretamente, a presentar su obra escultórica en público, mostrando
su verdad creativa, para que sea gozada y juzgada por quienes se acerquen a
contemplarla.
Y es que, en efecto, las obras
que presenta Miguel Muñiz son el resultado de una larga maduración, fruto de un
itinerario agónico contra emociones propias encontradas, pues ya desde su etapa
de director general del Teatro Real de Madrid, -a través de cuyo escenario descubrió
cómo el caos y la armonía pueden convivir juntos en un universo plagado de contradicciones,
pero posible-, Muñiz realizaba esculturas, en una actividad que ha ido ocupando
más y más su tiempo vital y su universo creativo, hasta convertirse en uno de
sus ejes existenciales, consistente y gratificante.
En esta exposición, simboliza el
caos con una instalación de ramas de árboles, -de unos 150 cm.-, buscadas y
encontradas en el suelo de los boques de la Tierra de Cameros, que dibujan en
el espacio, con su verticalidad plantada sobre cantos rodados, un paisaje
entrópico de líneas fractales, que inducen una inquietante sensación de
turbación y desasosiego emocionante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario