viernes, 28 de octubre de 2011

017.10* EVARISTO GUERRA. Sala Exposiciones Prado, 19. Madrid


Este consagrado pintor malagueño, nacido en Velez-Málaga, capital de la Axarquía malagueña, en 1942, presenta en la sala de exposiciones, que ha abierto el Ateneo madrileño junto a su portalón en la calle del Prado, una interesante e importante colección, constituida por cuadros de última realización.

Evaristo Guerra, en su ya largo currículo, - hizo su primera exposición en 1961-, acumula premios y honores sin número y sigue creando obra dentro de su peculiar estilo naïf.

Como Henri Rousseau, que allá por las postrimerías de XIX iniciara el camino de este estilo, el de Evaristo Guerra, no procede de la ingenuidad en su sentido literal, sino que su pintura es el resultado de la búsqueda de una forma de expresión que evoca la infancia, como estadio de la persona, en el que nos expresamos de forma prístina; de esta manera, la sencillez es solo aparente y la pintura es un elaborado proceso de evocaciones, con planteamientos formales en los que el espacio, los volúmenes y las perspectivas ocupan su lugar en la composición.

Esta es la característica de la obra de este artista, que junto a una paleta riquísima, con la que descompone la luz en sus infinitos colores, capta le esencia de los paisajes y de los animales que pinta, dando a cada cuadro una entonación modal, que los llena de armonía y poesía. La luz mediante el color colmata todos sus cuadros y el espacio lo obtiene por la simple modulación de los colores, “de ahí la diáfana sencillez de sus tierras, sus mares y sus cielos, también sus árboles, sus flores y sus fantasías”, como de él ha escrito Camilo José Cela.

José Hierro sustantiva los paisajes de Evaristo Guerra, como “una pirotecnia vegetal” y Luis María Ansón, dice de su pintura que “es el autorretrato del alma del pintor”. No se puede negar, porque en los cuadros está el alma de su creador.

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