jueves, 19 de abril de 2012

040.04** IX MUESTRA DE ARTE NAÏF EUROPEO. GALERÍA DE ARTE ÉBOLI. Plaza de Ramales, s/n. Madrid.





Desde que,  a principios del siglo XIX, el cuáquero de Pensilvania, Edward Hicks vendiera sus lienzos basados en pasajes bíblicos, pasando por el aduanero francés Henri Rousseau, a finales del mismo siglo, y por el marinero pescador inglés Alfred Wallis, ya en los albores del siglo XX, - padres ellos, sin duda, de este estilo pictórico-, la pintura naif ha ido definiendo más y más su individualidad diferencial y sus características, atrayendo el interés de muchísimos artistas, tanto por sus posibilidades expresivas, como por la naturalidad e inmediatez, con que cualquier interesado puede iniciarse en esta actividad, sin más condicionantes que su rectitud de ánimo, su sinceridad, su entrega y, por supuesto, su talento.

Si hoy el naif ocupa, por méritos propios, un lugar en las Artes,  Amalia Fernández de Córdoba, directora de la galería Éboli, es uno de sus paladines, lo cual es de muy agradecer.


Situada en la más bien pequeña y abierta al Palacio Real, Plaza de Ramales, -durante tantos años pasados en obras de búsquedas arqueológicas y de reestructuración de su solado-, y en lo que fueron las caballerizas de palacio se encuentra, casi esquina, la Galería de Arte Éboli y, en su interior, más de ciento cincuenta obras de setenta y dos artistas naif de diecinueve países europeos. Una muestra de muy alta calidad, de obras y autores, y una oportunidad excepcional para todo aficionado.

La galería es amplia. Los cuadros más bien pequeños, (aprox. 50 x 50), situados en paredes y paneles muy bien iluminados, por lo que la visita permite una cómoda visión de las obras y el ambiente estimula a una placentera contemplación de las mismas.

Decir arte naif es hacer referencia a la ingenuidad, en el más profundo y extenso significado del concepto, que implica una cierta falta de conocimiento de las reglas y normas, que rigen una materia o disciplina y que, en pintura,  desemboca en una tipología que evoca lo infantil.

Así es como nació el concepto de pintura naif, normalmente realizada por personas autodidactas, pero que sienten la necesidad imperiosa e irrenunciable de expresar en el lienzo, en la tabla o en el papel, a través del dibujo y del color, aquellas impresiones que la realidad que contemplan les produce.

Lo naif, por tanto, tiene mucho de impulso, de compulsión y, consecuentemente, una enorme carga de verdad subjetiva y de sinceridad. Eso ha de verse y notarse en los cuadros, por muy elaborados que éstos sean.

Y es que la pintura naif actual discurre por dos vertientes, que recogen sendas corrientes que fluyen de dos distintos manantiales:  Aquella que procede de la ingenuidad prístina, entendida como ignorancia de teorías y de técnicas aplicables al arte de la pintura; y aquella otra menos turbulenta y más encauzada, en la que los artistas buscan de una manera más consciente y estudiada unas formas de expresión que nos remiten a la infancia, en los cuales la sencillez de los trazos deben forzosamente ser una evocación de la ingenuidad infantil.

Desde nuestro punto de vista, esta asunción consciente de lo naif, como medio de expresión artística, representa una dificultad, casi insalvable en muchos casos, en los que el cuadro pretendidamente naif termina por ser tan sólo una lámina o estampa de ilustración de textos destinados a lectores infantiles.

En sentido contrario, la aproximación forzada a lo infantil, mediante la imitación “ad pedem litterae” de las formas y trazos de los dibujos y pinturas de los niños, no es en puridad pintura naif, sino simplemente pintura imitativa, ya que el artista naif ha de manifestar en sus obras las sensaciones y sinestesias acumuladas en su periplo vital y que inevitablemente le contaminan, influyendo en su expresión artística. El naif no imita, ni copia, crea.

Paralelamente, tampoco el naif es una transmutación mimética del arte primitivo, si bien éste puede enriquecer al artista en su potencial creativo de detalles.

La pintura naif, en cuanto se aleja del canon, no es, sin embargo, una negación filosófica del arte académico, como lo pudieron ser las vanguardias y ciertas formas actuales del llamado arte conceptual y aledaños, ( minimalismo, objetualismo, …), pero sí es un resultado ajeno a estas reglas, tanto por ignorarlas, como por actuar como si se ignorasen, inhibiéndose de ellas.

Sin embrago, todo cuadro naif  tiene un  tema, normalmente costumbrista, familiar, bucólico, es decir, narrativo de la vida y de la naturaleza. Tiene composición, en la que las perspectivas y líneas de fuga son inexistentes, así como las sombras; las figuras son esquemáticas y presentan cierto hieratismo y reminiscencias de la sencillez formal de las figuras del arte primitivo egipcio o babilónico; por último, las composiciones están dotadas de un detallismo exhaustivo, que concede a los cuadros  un encanto y singularidad característicos, no exentos de lirismo. Sus colores son brillantes, alegres, fundamentalmente planos, jugando con los contrates, que sirven, de otra parte, para dar profundidad al cuadro, cuando así lo pretende el artista.

Todo esto podrá ser visto y contrastado en esta magnífica muestra colectiva. Si usted va a visitarla, lo que recomendamos, podrá votar a los dos cuadros que considere de mayor valor artístico. Con todos estos votos, más las opiniones del Jurado, se fallarán sendos premios: Uno para un artista español y otro par un autor foráneo. Por nuestra parte renunciamos a pronunciarnos aquí sobre nuestras preferencias, aunque allí emitimos nuestro voto, desde luego.

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