Catalina
Obrador, (Santanyi, Mallorca, 1977), es figura prototípica del actual artista postmoderno,
cuyo venero de creación encuentra en el eclecticismo su fundamental veta de
ideas, constituyendo sus obras compendios de una hibridación de tesis y
expresiones desarrolladas en las
primeras y segundas vanguardias del pasado siglo.
Carecen
habitualmente, sin embargo, del sustrato doctrinal o filosófico del que partían
aquellos artistas, cuyos postulados y axiomas quedaban reflejados en sus
creaciones, inconformistas y alejadas del canon vigente.
Es
normal, por el contrario, que una parte de los actuales artistas postmodernos,
hagan arte por el arte, de manera genuina; otros incluyen en sus obras textos
literarios, integrados en sus composiciones, con los que pretenden explicar, lo
que la mímesis explicitada en la pintura, no alcanza por su propia virtud.
La
londinense escritora, periodista, editora y comisaria de exposiciones, (curator,
en inglés), Francesca Gavin ha seleccionado a Catalina Obrador, para su
publicación “100 New Artists”, (editada por Lawrence King en el 2011), como una
de las jóvenes artistas influyentes en las corrientes del arte contemporáneo.
En
esta publicación Catalina Obrador se somete a una batería de preguntas a las
que responde, constituyendo su discurso una etopeya explícita de su hacer
creativo.
La
artista declara, en primer lugar, que su pintura es básicamente narrativa, en
la que mezcla fantasía con realidad con pretensiones formativas, (common
instruction): “Trato de decir cosas más allá de lo que veo”, posicionamiento
esencial de cualquier artista que como tal se precie.
Continúa
su discurso con estas declaraciones. “En ocasiones el texto es necesario para contrastarlo
con la imagen. Utilizo frases fuerza para mezclar con las imágenes y encontrar
un nuevo punto de vista”, procedimiento que introdujeron los dadaístas desde
Hausmann y Baargeld a Höch, Grosz y Max Ernst con el empleo exhaustivo del
collage, en plena fiebre dada, antes de que el surrealismo deglutiese a esta
corriente del pensamiento ético y estético.
Esta
línea dadaísta-surrealista está presente en la propia presentación de las obras en las
salas de la Galería RPH , que “mutatis mutandis” exhala claros aromas del
aspecto que presentaba la galería del doctor Burchard de Berlin, durante la
Primera Feria Internacional Dada, en Junio de 1920,
Obrador
dice: “la mayoría de las imágenes religiosas en mi trabajo vienen de la cábala
o la alquimia, la vida o la muerte, el fuego o el agua, el sexo o el pecado, la
tormenta o la paz. Todos ellos están en constante revisión. Los símbolos que
uso vienen de las antiguas culturas mediterráneas- Judíos, Egipcios, Fenicios”.
Y ahora viene lo más significativo: “Esta mezcla tradicional es como una
fórmula de locos. Cuando comienzo un trabajo nunca se como va a terminar”.
Formulación estrictamente troncal del pensamiento dadaísta-surrealista, en el
que la escritura ý la pintura enajenada, no meditada, ni planeada, eran los
paradigmas, (que se demostraron imposibles), del quehacer artístico.
Después
de unas frases concordantes con tópicos
sobre el sexo y las mujeres, dentro del ámbito de lo políticamente correcto,
termina con una bella y femenina declaración: “El paraíso perdido es mostrado
como una idea romántica en mi trabajo”.
Debe
observarse como la teoría simbólica que, según sus palabras, introduce en sus
trabajos, está presentada como la polaridad antagónica del ideograma taoísta
del ying y del yang y como encuentro con
ancestrales culturas, que perviven en su memoria atávica.
Simbolismo
y teoría que, por otra parte, encontramos en artistas precedentes: Por poner un
ejemplo del empleo de este lenguaje simbólico explicito en la organización
formal de sus obras, podemos señalar a Antoni Tapies, pintor también mediterráneo y del que hemos
hablado aquí no hace mucho.
Cuando
se desciende al detalle de los dibujos de Catalina Obrador sobre papel, hechos
con tinta, lápiz, aguada y color, -poco-, se descubren ingrávidas figuras de
claro corte chagalliano, y un generalizo mimetismo con la pintura y el dibujo
infantil y naif. ¿Es una consciente y buscada manera de expresión formal? O,
por el contrario, ¿es el resultado de unas limitadas posibilidades artísticas?
No podemos darnos respuesta, si bien es cierto que, dentro de lo rudimentario y
del primitivismo de su dibujo, en algunos pequeños trabajos se descubre un
cierto encanto y poesía.
No
nos es difícil colegir que la obra de esta artista pueda llegar a estar altamente
valorada por sectores muy minoritarios del mundo del arte, incluidos críticos y
comisarios, pero igualmente vemos difícil que esta valoración se alcance dentro
del gran público amante del arte.
En
todo caso, he creído conveniente traerlo esta página de arte, por si con ello se estimula alguna reflexión y se aquieta alguna desazón.
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