Es
una pintura que sorprende, tanto por el color dominante y obsesivo de su paleta,
(el azul en sus diversas gamas), como por su estructuración formal, que nos
remite al cartel y a la ilustración gráfica, en cuyos campos maestros de la pintura alcanzaron altas cotas
de perfección artística y belleza: Recordemos sin más, como singulares
ejemplos, a Tolouse Lautrec y sus carteles mostrando a la Goulue del Moulin
Rouge y a nuestro, más reciente y nunca suficientemente valorado, Rafael de
Penagos, que también usó con cierta preferencia el color azul en sus
composiciones.
De
alguna manera, este proemio nos pone sobre la pista de las características
pictóricas del balear Marc Jesús, (Menorca, 1966), que, como todo artista
actual, inmerso en este mundo multicultural y de la información, está inevitable
y conscientemente sometido a poderosas influencias, en las que afirma su
personalidad, dentro de un eclecticismo estudiado, lo que permite al observador
identificar la autoría de sus cuadros de forma inequívoca,
En
la obra de este artista, (acrílico sobre lienzo), se observan, amén de las
raíces ya comentadas, un cierto entronque con los principios y prácticas, que
el Equipo Crónica introdujo en España, como una derivada ibérica del pop anglo-norteamericano.
De
otra parte, su colección titulada “Happy Hour” nos remite, por vía de la palabra “feliz”, a la “Belle Epoque”,
los felices años veinte, en cuyo espacio artístico encontramos concomitancias
entre la pintura de Marc Jesús y el “Art Deco” y el “Art Noveau” que lo
engendra.
Y
es que en los detalles compositivos de Marc Jesús se encuentran efluvios del
barroquismo sensitivo y curvilíneo, propio de aquellos estilos, a su vez
prototípicos de una figuración sensual, que elevó el cuerpo de la mujer y su
euritmia a la categoría de lo perfecto, o cuando menos de lo no superado.
(¡Aquellas criselefentinas de Chiparus…!).
Sus
mujeres, más allá de las de Penagos, pero más acá de las de Botero, son todo un
símbolo y aún un paradigma de la sensualidad femenina, con apuntes sutiles pero
directos al erotismo, que hacen retener la vista sobre el cuadro e
introducirnos en un mundo imaginario, hecho realidad por la virtud del artista.
Hay
una total identidad en los rostros de sus mujeres, que son distinguibles, como
son los de las gemelas o mellizas. Cada mujer crea su mundo y este su mundo nos
trae distintos aromas, sensaciones y sentimientos.
Porque
se hace evidente que Marc Jesús ama a la Mujer, así con mayúscula: Ama a su
“soma” y a su “psiché”, a su cuerpo y a su sique, por ello prescinde de las
particularidades identificativas que las individualizan. Toda mujer, cualquier
mujer, es la Mujer. No obstante, si aparecen
agrupadas, la magia del artista hace que veamos a cada una con su singularidad,
que la identifica.
En
todo caso, sus mujeres y sus circunstancias nos transportan a momentos de
nuestra vida, en que nosotros mismo hemos gozado de los pequeños o de los grandes
placeres: La pintura de este artista está impregnada de poesía, epicúrea si se
quiere, pero poesía al fin.
Es el universo de Marc Jesús, un ámbito ideal en
donde habita el hedonismo. Es el ambiente propicio para disfrutar de la “happy
hour” a que nos convida y nos remite al soñado mundo balear, voluptuoso y
sensitivo, en donde se incubó la moda ad-lib de la improvisación y la
naturalidad desaforada; en donde habitó, y permanece, el espíritu hippy.
Su
pintura, con sus “divertidas mujeres”, es sin duda sólida, alegre, placentera y
también refrescante.
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