martes, 9 de octubre de 2012

054.10* ESTHER PLAZA . HALLAZGOS. GALERÍA ORFILA. Orfila, 3. Madrid



Al tratar de hacer visible y plástico lo invisible, el artista postmoderno se encuentra en sendas encrucijadas, tanto metafísica como práctica, sometido a un sinfín de dudas que le condicionan psicológicamente, viéndose obligado a emplear todas sus capacidades de resiliencia e ímpetu.

Porque tras la ”muerte del arte” en la postvanguardia, el arte, en cada artista, renace ahora de sus propias cenizas, en alumbramientos que encauzan,  por distintas acequias, las experiencias anteriores, las represan después y, con energía renovada,  las dejan salir mixturadas por los portones de su creatividad, pero siempre acosados por la sospecha de plagio o de remedo.


Encontrar nuevas formas expresivas en el territorio del informalismo abstracto, presupone, de una parte, tener un muy amplio conocimiento de lo mucho que ya ha sido dicho por los creadores precedentes; de otra, estar dotado de una inteligencia suficiente, que permita allanar temores  y, por último, poseer una gran solercia natural y una capacitación notables para el ejercicio de las artes.

Que nuestras mentes son tributarias de los visible, y más hoy cuando desde la cuna a la sepultura la humanidad urbanita está sometida a la esclavitud del audiovisual, es algo irrefutable. Sin duda, convencido de esta realidad, Ángel Pedro Gómez escribe en el catálogo de la exposición, -que bajo el título de “Hallazgos”, presenta Esther Plaza, (Madrid, 1962), en la Galería Orfila-: “La vida de un verdadero artista es una vida de hallazgos. La necesidad de sorprenderse encontrando, la actitud de forjarse un pensamiento visual, la conciencia de descubrir, forman parte de su existencia. Lo ve, lo mira, lo sueña o lo encuentra y lo pinta, e intenta pintarlo todo, no quiere que se le escape nada”.

Todo lo dicho acola con una descripción de la actitud creadora de Esther Plaza ante el hecho artístico: De sólida formación académica, estudiosa y conocedora de la historia del arte y de “la cavernas pintadas”,  impulsada por una irresistible vocación artística decide, con ánimo firme, aceptar el reto que su inquietud intelectual le propone.

Como entregada amante del color, ha seguido la senda de la destrucción de la forma dibujada, concretando su pintura en manchas que excluyen al trazo.

Pero, impresionada por los fenómenos telúricos y sus efectos ópticos; interesada por las galaxias nebulosas, por los límites imprecisos y variables de agua en la playa y de la lava despeñada, e interesada en contrastar lo más grande con lo más pequeño, interpreta sobre el lienzo estas experiencias, visualmente difusas, dotando a sus imágenes pintadas de un halo poético y delusorio, que procede del filtro del sentimiento por el que han pasado sus experiencias visuales y sus percepciones.

Esther Plaza consigue trasladar estas sensaciones al lienzo y hacerlas visibles y plásticas, mediante un laborioso trabajo de veladuras, en un proceso similar al que se sigue en el “sfumato”, que sin duda ha investigado con minuciosidad.

El resultado final es una colección homogénea y coherente, muy interesante desde el punto de vista artístico, que nos introduce en un mundo de emociones, que linda, en una frontera difusa, entre lo imaginario y lo real.

Terminaremos con las mismas palabras con las que Ángel Pedro Gómez concluye su proemio a la exposición, dirigiéndose a la artista:”También tú ves, miras, sueñas, encuentras y pintas, por eso moras junto a tus lienzos y la vida parece brotar de ti, como agua fresca de manantial. Esos lienzos que tú pintas nos ofrecen los colores de tu ilusión y están inundados por tu pasión”.

Poético parlamento que, por ello y en palabras condensadas, resume la verdad de esta pintora y desentraña el misterio de su pintura.




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