Manifestando,
por nuestra parte, el máximo respeto por la decisión del Jurado de esta
vigesimoséptima edición del Premio BMW, hemos de decir que, en nuestro sentir,
ha actuado poniendo una vela a Dios y otra al Diablo, como asevera el aforismo.
Lo decimos porque, así como cuando enjuiciamos
el anterior certamen señalábamos no entender el premio concedido a un pintura totalmente
abstracta, ahora tenemos que admitir que el cuadro “Sigfrida”, ( mixta,
180x195), del joven -y ya muy galardonado- Albano, si bien presenta rasgos más
abstractos que expresionistas, es sin dudarlo figurativo, como cuadro que, o bien
pertenece a su expuesta colección “Sueños Valquíricos” o es una directa
derivada de aquella, y más concrétamente de la tabla “Vahalla”, con algunos más
raspados y veladuras.
A “Sueños
Valquíricos” la conceptuamos, en su momento, como una interesante y novísima
interpretación del paisaje, (del desierto de Sonora para ser más precisos) y de los saguaros que pueblan su flora. En tal
juicio nos afirmamos. También la melopeya pictórica desarrollada, en el empleo
de su “Verde Albano” junto con el blanco, se nos hizo reseñable: Todo ello,
aunque sometido a cierta deconstrucción, lo encontramos en el cuadro ganador
del Premio de este año.
Así
pues, que el cuadro tiene méritos objetivos para el galardón no nos parece muy
discutible, pero debemos reparar en que se está premiando una obra, o bien ya
vista y expuesta, o bien una “auto-copia” de obra ya vista o expuesta, y
consideramos que, un certamen de la altura del Premio MMW, debe exigir, cuando
menos, al pintor concurrente al mismo, un mínimo esfuerzo de creación, un paso
más adelante sobre lo que ya tiene premiado o valorado en otros certámenes o en
exposiciones al público.
Pensamos
que al pintor joven se le hace flaco favor, cuando al galardonarlo parece que se
quiera premiar a toda una carrera, siendo así, por el contrario, que se le
debería espolear para que su auto-exigencia artística escalase hacia la grandeza
y no hacia la elación y la complacencia.
Albano
puede y debe afanarse en sacar todo el potencial que posee. La obra “Sigfrida”
no amerita tal esfuerzo.
Puestos
a votar nos inclinaríamos por “Brujos en el aire”, (Mixta, 185x140), del
gaditano José Carlos Naranjo, cuyos antecedentes referenciales los encontramos
en obras de su reciente colección de “Caprichos y Disparates”, por sus
impactantes y potentes valores plásticos y expresivos, que introducen al
espectador en un inquietante mundo de huida hacia la oscuridad.
O
quizás elegiríamos “Despidiendo el invierno”, (Óleo, 140x195), de la malagueña
Paula Varona, por su compleja simplicidad o por su complejidad simplista;
cuadro bien compuesto, en el que se desarrolla toda una teoría de proxémica y
kinesia, combinando la placidez horizontal de las sombras sobre la albura, con
el inquietante vértigo que causa la perpendicularidad y reiteración, hasta
perderse en el horizonte, de las figuras que las proyectan.
O
quizás “Estructura especular”, (Óleo, 175x125), del catalán David Casals
Moreno, por su impecable ejecución y poesía. O quizás la sencilla estética del
arte chino o japonés desarrollada en “Niebla”, (Acrílico, 160x122), del
barcelonés Ricard Chiang Martín…
Dicho
lo cual hemos de manifestar que la exposición, en su conjunto, es, una vez más,
una completa y excelente muestra del la actual pintura figurativa española, en
la que se han colado cuatro obras abstractas, que pululan por las salas como
almas en pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario