domingo, 24 de marzo de 2013

068.03* JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ. RETROSPECTIVA. MUSEO TIFLOLÓGICO. Coruña, 18. Madrid





 José Luis Fernández se inserta en esa generación de artistas, que empeñaron su quehacer y su futuro en seguir la senda de quienes venían abriendo nuevas vías a la escultura española, hacia innovadores horizontes interpretativos de las formas y los volúmenes, que vinieron a enriquecer las concepciones, que en su momento se practicaban, ya un tanto anquilosadas por su excesiva sumisión al canon academicista.

Artista, no de escuela, pero sí de taller y de maestro: Ya en su pubertad trabaja con sus tíos Carlos y Luis, tallistas de la madera, en su natal Oviedo, en donde vino a la vida en 1943, en plena postguerra. Allí hizo sus dos primeras tallas de corte románico.

A los dieciocho años se traslada a Madrid y en la Villa y Corte se forma en los estudios de escultores tan señeros como Juan de Ávalos, (el autor de Los Amantes de Teruel Yacentes y de la Cruz del Valle de los Caídos), Ramón Lapayese, Enrique Pérez Comendador, José Planes y Antonio Suarez, miembro del grupo “El Paso”, si bien desde el principio José Luis mantiene su propio estudio en Vallecas.

En las clases de dibujo, que realiza en las aulas del Círculo de Bellas, conoce a quienes serán amigos y compañeros de generación, Eduardo Naranjo, Miguel Ángel Calleja y Cristóbal Toral. Junto a ellos su escultura se va transformando desde la figuración hacia la abstracción, en un permanente naturalismo expresionista, cada día más estilizado.

José Luis Fernández trabaja el mármol, el bronce y la madera con terminados minuciosamente bruñidos, pulidos y acharolados, consecuencia, sin duda, de su seminal naturaleza de tallista.

Sus figuras tienen un gran contenido de sustancia imaginada, sub-real; sus formas son sensuales, psicodélicas, que estimulan la fantasía, abriendo un diálogo con la lírica y cuyo paradigma puede establecerse en la obra del inglés Henry Moore.

Su escultura sosiega el ánimo y está hecha para complacer a la vista, pero también al tacto. Sin duda ésta ha sido una de las razones por las que el Museo Tiflológico ha acogido la muestra.


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