domingo, 24 de marzo de 2013

070.03* ANTONIO DE ÁVILA EN EL SILENCIO DE MI JARDÍN C. C. GALILEO. SALA LOS ARCOS. Galileo, 39. Madrid







 Este artista abulense, que ha querido ligar a su nombre el topónimo de la ciudad que le vio nacer en 1958, tiene tras de sí una ya larga y fructífera carrera, jalonada de premios y menciones, que avalan una pintura sólidamente fundamentada y practicada en más de doscientos certámenes, en los que obtuvo galardón.


La colección “En el silencio de mi jardín, es la estación término, (por ahora), de un largo recorrido de lenguajes pictóricos, transitados por el artista en su permanente búsqueda de la expresión sensible de su sentir íntimo, en un intento de expresar aquello que subyace detrás de la realidad que contempla, sea mimetizada en su presencia, o traída al lienzo en la paz y el sosiego del estudio, después de haber filtrado lo superfluo y de haberlo separado de lo permanente, en un proceso de raciocinio kantiano.

Cuadros más que luminosos, claros. De una enorme sencillez argumental: Rosales y tiesto con plantas, que ocupan una proporción del lienzo relativamente pequeña; en algunos casos francamente pequeña, en relación a los fondos de tonos claros y planos, en los que resaltan los vivos colores de las flores, de las ramas y de las hojas, de forma tal que, algunos cuadros, traen a la mientes de forma vehemente, reminiscencias de las pinturas japonesas de la escuela Kano.

Cuadros sin sombras, consecuencia de la luz difusa que los ilumina desde dentro, en los que el autor ha querido pintar y hacer perceptible el espacio, que aprehende entre alguna línea horizontal que cruza el cuadro y una tenues líneas convergentes, que tienden hacia la verticalidad, cuyo juego provoca un delusorio efecto de vacío, y que, para hacer más perceptible, más “tangible”, (si se nos permite), ese espacio retenido en la pintura, en algunas obras, el pintor cubre el lienzo con una de caja de metacrilato transparente, jugando con las sombras que, las pinceladas impresas sobre ella, proyectan sobre el lienzo.

Composiciones difíciles, pero conseguidas, donde la armonía juega su parte en un congruo juego de dibujo, color y vibrantes transparencias, goteos y veladuras.

De las obras que presenta Antonio de Ávila, en esta colección,  emana un lirismo melárquico y placentero, que es su seña de identidad diacrítica. 


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