Este
artista abulense, que ha querido ligar a su nombre el topónimo de la ciudad que
le vio nacer en 1958, tiene tras de sí una ya larga y fructífera carrera, jalonada
de premios y menciones, que avalan una pintura sólidamente fundamentada y
practicada en más de doscientos certámenes, en los que obtuvo galardón.
La
colección “En el silencio de mi jardín, es la estación término, (por ahora), de
un largo recorrido de lenguajes pictóricos, transitados por el artista en su
permanente búsqueda de la expresión sensible de su sentir íntimo, en un intento
de expresar aquello que subyace detrás de la realidad que contempla, sea
mimetizada en su presencia, o traída al lienzo en la paz y el sosiego del
estudio, después de haber filtrado lo superfluo y de haberlo separado de lo
permanente, en un proceso de raciocinio kantiano.
Cuadros
más que luminosos, claros. De una enorme sencillez argumental: Rosales y tiesto
con plantas, que ocupan una proporción del lienzo relativamente pequeña; en
algunos casos francamente pequeña, en relación a los fondos de tonos claros y
planos, en los que resaltan los vivos colores de las flores, de las ramas y de
las hojas, de forma tal que, algunos cuadros, traen a la mientes de forma
vehemente, reminiscencias de las pinturas japonesas de la escuela Kano.
Cuadros
sin sombras, consecuencia de la luz difusa que los ilumina desde dentro, en los
que el autor ha querido pintar y hacer perceptible el espacio, que aprehende
entre alguna línea horizontal que cruza el cuadro y una tenues líneas convergentes,
que tienden hacia la verticalidad, cuyo juego provoca un delusorio efecto de
vacío, y que, para hacer más perceptible, más “tangible”, (si se nos permite),
ese espacio retenido en la pintura, en algunas obras, el pintor cubre el lienzo
con una de caja de metacrilato transparente, jugando con las sombras que, las
pinceladas impresas sobre ella, proyectan sobre el lienzo.
Composiciones
difíciles, pero conseguidas, donde la armonía juega su parte en un congruo
juego de dibujo, color y vibrantes transparencias, goteos y veladuras.
De
las obras que presenta Antonio de Ávila, en esta colección, emana un lirismo melárquico y placentero, que
es su seña de identidad diacrítica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario