Alex Katz, (Brooklyn, 1927),
es un precursor y un artista consagrado, cuyo paradigma ha sido adoptado por
otros muchos pintores alrededor del mundo.
La arquitectónicamente
destacable Galería Javier López nos proporciona una nueva oportunidad de
contemplar y valorar la obra de este artista, que, volando sobre su edad, sigue
trabajando con la misma intensidad y pasión, que lo haría un joven novel
deseoso de abrirse camino.
En efecto, la obra presentada
está compuesta por una decena de cuadros de gran formato, (óleo sobre lienzo),
y otras tantas obras de pequeño formato, (óleo sobre tabla), a modo de bocetos
o “notas previas”. Son cuadros que recogen sus “vivencias” tenidas durante sus
vacaciones en Maine, durante el pasado verano, recogidas en retratos de
familiares y amigos, cuyo modelo expresivo se ha convertido en símbolos de la
contemporaneidad, a pesar de su impronta un tanto camp o retro, pues
esencialmente es la atemporalidad su signo diacrítico.
En estas últimas obras la
economía de la línea y el matizado uso del color nos hablan de la seguridad y
claridad de una visión, que ha mantenido a lo largo de su carrera.
Se trata de imágenes
esenciales, luminosas, directas y nítidas, en las que una paleta reducida, pero
intensa y sensual, se combina con una pincelada ligera, para representar los
motivos en una particular perspectiva bidimensional, que impide cualquier etiquetamiento.
Es conocido que Alex Katz
encontró su lugar en la escena artística norteamericana a finales de la década
de los 50, con una estética que anticipaba el Pop Art, conciliando la
abstracción y el realismo de posguerra en un estilo figurativo que definió como
“totalmente americano”, y, en efecto, rememora a los pintores de la “Ashcan School”
y a Hopper entre ellos.
Del movimiento abstracto americano
le interesaron el gran formato y el énfasis en la superficie plana del cuadro.
Como “avant garde” del Pop Art, la influencia de los nuevos medios de comunicación,
el uso de colores planos y brillantes y la preferencia por escenas de la vida
cotidiana aparentemente intrascendentes.
Frente al grafismo opta por la exploración de
la luz, como elemento modulador de la superficie pictórica. Su interés por las
manifestaciones creativas de la cultura de masas (el cine, la publicidad, el
cómic, la fotografía) lo aproximan a la sensibilidad plástica de los artistas
de las nuevas generaciones.
Katz realiza una personal
lectura del retrato, ya que su objetivo no es una representación fidedigna de
los rasgos físicos o el estudio psicológico del retratado. Pintados del natural
en una sola sesión, a pesar de sus amplias dimensiones nos resultan
profundamente íntimos: El personaje mira al espectador o bien se gira para darle
la espalda en un recurso de acostumbrada familiaridad, que caracteriza su
interpretación de la cotidianeidad de estas escenas.
El paisaje es el otro género
pictórico predilecto desde que estudiaba arte en Maine, entendiendo la
naturaleza como un conjunto de espacio y luz en constante evolución.
En sus últimas series sobre
flores hay una vitalidad atemporal, que ya se intuía en sus conocidas
composiciones paisajísticas de los 90. En éstas, las brillantes manchas
cromáticas, que definen los distintos tipos de flores, destacan sobre campos
planos, Son formas que están a punto de disolverse en la abstracción y en la uniformidad
del tono, elemento recurrente en sus estilizadas imágenes, que el pintor reconoce
como más instintivas que descriptivas.
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