La
polémica surgida entre el pintor español, Bernardo Torrens y la dirección
artística del Museo Thyssen Bornemisza, al excluir inicialmente de la muestra
“Hiperrealismo 1967-2012” los desnudos de este artista, nos ha hecho meditar
sobre la fragilidad que decisiones de este tipo presentan, ante el poder que
otros factores de relación e influencia pueden ejercer, para modificarlas en un
sentido contrario, así como sobre la carga de arbitrariedad que contienen unas
y otras.
En
realidad, nada tenemos que objetar sobre la oportunidad de que este artista
español, sin duda figura importante en el fotorrealismo patrio, se encuentre,
con su obra, entre las figuras más relevantes del panorama mundial de este
estilo pictórico. Incluso hemos de manifestar satisfacción.
Pero
cuando se acude a contemplar la obra que José Miguel Palacio, (Zaragoza, 1950),
muestra en Ansorena, y se goza con los
cuadros en ella expuestos, nos viene a las mientes la pregunta de por qué
Torrens sí y no Palacio, en esa muestra itinerante por distintas ciudades
europeas.
Porque
los cuadros de Palacio, son de un virtuosismo tal que asombra y nos vence.
Sus
cuadros de gran tamaño, rompen con la ”norma” del fotorrealismo de centrase en
el detalle, representando, por el contrario, escenas más globales y panorámicas,
donde la particularidad, el rasgo específico y el pormenor, pasan a ser
elementos coadyuvantes para aumentar la riqueza de esa realidad subjetiva e
ideal, que el artista persigue plasmar en el cuadro.
Ante
un cuadro de José Miguel Palacio no es posible quedar impávidos, por el
contrario quedamos prendidos y admirados,
con distintas sensaciones que nos acercan a la realidad captada, metiéndonos,
incluso, dentro del cuadro, o nos hacen “voyeurs” de la calle, a través del
indiscreto cristal de un escaparate, u observadores alejados de las pistas de
un aeropuerto, o cercanos curiosos espectadores de “talgos” y “altarias” , desde
los andenes de una importante estación ferroviaria…, proponiéndonos “habitar un
territorio sin pretender una réplica del mismo”, como dice Carlos Delgado en el
catálogo de la exposición.
En
los cuadros de Palacio se percibe unas ciertas sinestesia y entropía, en feliz
contrapunto a la frialdad, pasividad e inacción, que suelen acompañar a los
lienzos fotorrealistas, todo lo cual los hace más próximos al que los contempla.
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