Es
evidente que tanto Mariano Benlliure, ( Valencia, 1862- Madrid, 1947), como su
inmensa obra, -más de cuatro mil, incluyendo apuntes, dibujos, acuarelas y
óleos-, son sobradamente conocidos, y mucho más por los residentes y visitantes
de la capital de España. Sin embargo, girar una visita a esta extraordinaria
exposición, se hace obligatorio, no sólo por llegar a desentrañar la esencia y
el alma del arte de este inconmensurable escultor, sino también para extasiarse
y emocionarse con la obra expuesta, -veintiséis de ellas por primera vez en
España-, y contemplarla apaciblemente, a corta distancia, embelesándose con los
detalles, el movimiento de las figuras, la suntuosidad de las formas y de los
volúmenes y quedarse absorto
contemplando “tête-à-tête” los impresionantes bustos de de distintas
personalidades, tanto históricas, como coetáneas con él.
De
los bustos expuestos no renunciamos a destacar, -los dos en bronce-, el suyo
propio, por su modernidad, y el del procer de las finanzas D. Ignacio Bauer, por la magnificencia del gesto y la hondura
de su mirada: todo su semblante parece que va arrancar a hablarnos en ese
instante, con voz solemne y pausada. Realmente impresionante.
¡Ah,
las miradas de los rostros! Benlliure ideó y practicó un método propio de
vaciado, tanto en el modelado, como en la piedra y mármol, con el que logra
imitar la transparencia y coloración de la pupila humana y del iris, con lo que
las miradas de sus figuras adquieren una hondura y viveza, que impresionan.
Su
solercia natural,- pues solamente el tocado por una especial gracia puede ser
capaz de lograr tanta perfección-, su vocación descubierta desde la niñez, su
trabajo tenaz y constante, así como su afán por la excelencia, hicieron posible
que cada obra salida de sus manos, no desmereciese de la anterior, y sí, por el
contrario, supusiese un nuevo ascenso hacia lo sublime.
Toda
obra, vaciada y fundida en bronce, aunque fuera réplica de un mismo modelo en
barro, era distinta de la anterior y de la subsiguiente, pues el artista estaba
presente en el proceso de fundición y retocaba los moldes, los modelos en cera
y hasta las figuras terminadas en bronce, dando a cada una de ellas un
particular detalle de identificación singular. Qué decir entonces de las
réplicas en piedra, mármol o madera: No hay dos iguales, pues en cada una
introduce elementos claramente diferenciadores. Puro perfeccionismo.
Así
las cosas, cabe preguntarse: ¿Por qué, entonces, el nombre de Rodin se sobrepone al de
Benlliure, de manera tal que casi lo oscurece en el imaginario colectivo?
¿Acaso el mármol del “Idilio” y el bronce de la chimenea del “Infierno” de
Benlliure, desdice un ápice del “Beso” y de las “Puertas del Infierno” de
Rodin? Hay que contestar que no, de forma que este hecho de fama desigual
solamente es explicable dada la enorme influencia, que, por entonces, iba
acumulando París, como centro mundial del arte nuevo, donde se estaban levantado
los cimientos de unas innovadoras concepciones del arte, con el naturalismo y
el impresionismo como arietes, que venían a romper viejos cánones y esquemas.
De
otra parte Benlliure es veinte años más joven que Rodin, lo que sin duda
influyó para que, su modernidad en la concepción y ejecución de la obra escultórica,
pudiese ser interpretada como una réplica mimética de los avances conceptuales
alcanzados anteriormente por el artista francés.
Sea
como fuere, lo que es indubitable es que Mariano Benlliure es una figura
estelar de la escultura mundial y, como tal, fue reconocido en su época y así
debe serlo hoy y en el futuro.
Conviene
pararse a recrearse con sus acuarelas, normalmente ejecutadas como bocetos de
grupos escultóricos, con las que acompañaba las presentaciones de sus
proyectos: la exactitud y ligereza de sus dibujos y el magistral uso de los
colores, así como su sentido plástico de los volúmenes hacen de estas obras
arquetipos de difícil imitación. Hay que verlas con detenimiento y emocionarse,
porque son una apelación al corazón.
Esta
exposición, en fin, constituye un epítome de la monumental obra de Mariano
Benlliure, artista que se gozó en el dominio de la materia, para, a su través, descubrirnos
la belleza y la poesía.
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