Comisariado por “Arte y Artistas”,
vuelve este pintor a exponer una amplia muestra de su pintura más reciente.
Orlando Arias Morales, pintor
boliviano, (Potosí, 1954), siguiendo una larga y fructífera carrera, con
exposiciones, desde 1976, en las más importantes ciudades de Bolivia, Ecuador,
Costa Rica, Panamá, Chile, Estados Unidos, Italia, Bélgica, Francia y España, nos
presenta de nuevo los coloristas retratos de su Valle natal, en el que discurre
su niñez y que imprime en sus alma y mente las improntas de las vivencias que ,
arraigadas en atavismos ancestrales, conforman las formas de vida y la idiosincrasia
de aquel su país, alimentado permanentemente por la realidad folklórica de un
pueblo, al que queda unido con los sutiles e indestructibles grilletes del
espíritu.
En este sentido su compatriota Evangelina Navia reconoce en la pintura del
Orlando Arias “sus raíces, que se expresan en sus colores, estos colores que son la
esencia de su identidad y representan sus ancestros y la diversidad de su
tierra boliviana, que está enraizada en la hondura de su naturaleza y en su
espíritu artístico”, pues la
riqueza de colores y el empleo de los contrastes es muy propio de aquellos
países andinos.
De forma tal que ante su pintura
nadie queda indiferente, pues, por demás, su estética formal es atrayente por su
fuerte y contrastado colorismo arraigado en un sustrato etnológico, que imprime
carácter a sus obras.
Pintura de un barroquismo
icástico, si se me admite el oxímoron, pues fluye de lo más prístino de su ser
y de su cultura original.
Hacemos nuestras las palabras del
crítico de arte, Juan Cobo cuando, glosando al pintor, dice: “Orlando es un hombre que
lucha por los conceptos, como ofrece simbolismos más o menos intangibles, pero
que él controla y domina y para los que busca formas adecuadas, precisando más,
sus formas exactas”, lo que da como resultante una pintura icónica, en
la que la figura pasa a ser el soporte de abstractos y esenciales gestos y
ademanes, añadimos.
La pintura de este artista
expresa un meta-realismo, inscrito en el arte de la subjetividad y que se introduce en los espacios que penetra la
fantasía, aspecto que Joan Lluís Montané reconoce, (Catálogo de “Juego de
Formas y Colores”, Mayo, 2011), cuando dice que “Orlando Arias es un metafísico
que profundiza en lo surreal, para instalarse en la prodigiosa evidencia de lo
que existe, en una circunstancia más profunda que la esencia onírica y más
próxima a la mirada del más allá”
Orlando Arias en un pintor, (y
también un escritor), de un humanismo místico; introvertido, sumido en sus
pensamientos filosóficos, quizás origen o causa de su aspecto exterior retraído
y si se quiere huidizo, sin embargo persona rica en convicciones arraigadas.
Aspecto que recoge en el catálogo
de su anterior exposición, el crítico de arte argentino, Antonio Gabriel Guzzo,
señalando que “su pensamiento, siempre inquieto, inquisidor y en busca de
verdades, va plasmando sus convicciones y propuestas en un crecimiento
espiritual de inigualable expresividad”. Lo cual, añadimos, da como resultado
una pintura que evoca, y aún más, provoca emociones, como alguien precisó junto
a nosotros.
Traigamos finalmente las palabras
de la comisaria de la exposición, la crítica de arte Manoli Ruiz Berrio, plasmadas
en el catalogo: “La obra, que hoy nos presenta Orlando Arias, es totalmente
nueva, diferente, un surrealismo mágico que nos recuerda a lo sencillo, a lo etéreo
en la figura; sus máscaras definen el escenario de su teatro mágico, pero todo con
una profusión de tonalidades, que sin duda dejan constancia de la identidad de
su paleta”.
Por algo se le titula de
“Hechicero del Color”, mote que nosotros ratificamos.
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