Juan
Cuellar, (Valencia, 1967), sigue fiel a su paradigma, pero su ideograma
permanentemente presente en sus obras ha
sido transformado.
El
ideograma, -que se comporta como una sinécdoque denunciante de los yerros
sociológicos y que simbólicamente se
manifiesta en la iconografía del cuadro-, ya no es la orejuda y delicada testa
de Mikey Mouse, la cual se ha simplificado hasta convertirse en un círculo, que
se ubica allí donde el artista conceptualiza la idea clave de la denuncia,
produciéndose un hueco parasitario en el relato plástico que narran las figuras
dentro del espacio pictórico.
Formalmente
la pintura de Cuellar presenta una marcada relación de paronomasia estilística
con el pop art valenciano y muy acusadamente con el Equipo Realidad de
Ballester y Cardells, si bien los cuadros de este artista son más sutiles en la
denuncia y más serenos en la diégesis pictórica, en los que no aparece ni
huella de agresividad, ni átomo de violencia.
La
característica más relevante y reveladora del estilo de este artista, es la
representación sin rosto de todos los personajes que pueblan el espacio
pictórico. Hecho intencional, mediante el cual el artista interactúa con el
espectador, para que, en esta dialéctica, sea éste quien ponga rosto y gesto a
las caras vacías y, de esta forma, le sea más factible llegar a comprender el
tipo de atavismo social denunciado.
Todo
ello exige, -situados ante cualquiera de sus cuadros-, dedicar un mínimo de atención al mismo, establecer una
cierta hermenéutica y dedicar un tiempo de reflexión sobre su contenido, lo que,
de otra parte, conviene para la mejor recepción y asimilación de los valores
estéticos y plásticos contenidos en la obra, lo que siempre es necesario.
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