Ulpiano Carrasco, artista prístino
y esencial, veraz, que ha creado escuela, su propia escuela, enraizada en la
“veta brava de la pintura española”, (proclamada por el maestro Lafuente
Ferrari), vuelve a la Galería de Arte Ángeles Penche, con una muy interesante
colección de obra reciente, coherente con su línea estilística, que venimos
conociendo
En otro momento señalé, que
Ulpiano Carrasco, como genuino artista postmoderno, sincretiza en su pintura
distintos paradigmas, que las vanguardias y post-vanguardias investigaron y
desarrollaron en el pasado siglo y han quedado, como arquetipos y pautas, para
dotar a la pintura de la máxima expresividad, con la que el artista puede revelar
sus íntimas percepciones y emociones.
Nacido el artista en Casas de
Santa Cruz, al sur de la provincia de Cuenca, (1961), y residenciado en
Villanueva de la Jara, representa en la pintura española, la culminación de una
línea de interpretación manchega del paisaje, que, naciendo del inconformismo
de Benjamín Palencia, -rompiendo con la línea clasicista-, fue y es continuada,
entre otros, por Antonio Carrilero, para llegar a una representación subjetiva
de lo que el artista ve, en la que los colores y aún las formas son sustituidos
por una interpretación personal de la realidad observada, buscando una diégesis
exegética de la naturaleza así traducida al lenguaje pictórico más expresivo.
Es su paleta fovista y
polisémica, luminosa, más aún, brillante hasta casi la agresión. Su lenguaje
formal se inscribe en la neo-figuración, que trata de acabar con la anécdota,
para ir a lo inmanente. En su pintura hace materia la explosión cromática del
expresionismo de un Kandinsky, antesala y borde fronterizo de la pintura
abstracta, patente primordialmente en sus paisajes rurales más palpitantes,
(véase, p.e., “Viña en Otoño”), en donde, incluso, encontramos cierta paronomasia
expresiva con Mark Tobey e incluso con Jackson Pollock.
En la paleta de Ulpiano Carrasco
sobresalen los colores azules, rojos y amarillos, o sus compuestos, verdes y
violetas, -como lo eran en los pintores precedentes de este paisajismo manchego-,
en donde los contrastes son elementos objetivos de la composición plástica, así
como una solución inteligente de la perspectiva. Su trazo seguro y su textura
matérica dotan a sus paisajes y bodegones de una gran energía psicodélica.
Sus cuadros son luminosos, como
lo son los colores de la luz refractada en toda su gama, gracias al milagro de
su paleta y de sus pinceles., manejados con una sensibilidad característica de
este pintor. La pintura de Ulpiano Carrasco, en fin, es vibrante, colorista,
atractiva, contenedora de una poética personal y catalizadora de toda una
corriente histórica de la pintura manchega española, de la que es un muy
notorio representante.
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